El papa Francisco elogió hoy, en una audiencia, a los donantes de sangre y les dijo que, "en un mundo contaminado por el individualismo, que a menudo ve en los demás más un enemigo contra el cual que luchar que un hermano con quien encontrarse, su gesto desinteresado y anónimo es un signo que supera la indiferencia y la soledad, y derriba barreras".
"El donante -prosiguió el Pontífice- no sabe a quién irá su sangre, ni quien recibe una transfusión sabe generalmente quién es su benefactor. Y la sangre misma, en sus funciones vitales, es un símbolo elocuente. No se fija en el color de la piel, ni en la filiación étnica o religiosa de quien lo recibe, sino que entra humildemente donde puede, tratando de llegar, recorriendo las venas, a cada parte del organismo, para llevar allí energía".
Para el Papa es significativo el gesto de extender el brazo, que se realiza en el momento de la extracción. Es muy similar al realizado por Jesús en la Pasión, cuando voluntariamente extendió su cuerpo sobre el cruz".
"Es un gesto que habla de Dios y nos recuerda que la misión evangelizadora de la Iglesia pasa por la caridad", concluyó el Papa
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