Martínez, de 72 años, era un intelectual de erudita formación en literatura, periodismo, artes, cine, teatro y TV.
Había vivido en los últimos 10 años desterrado voluntariamente en Bogotá, Colombia, y había regresado hace pocos meses a Venezuela, donde llevaba una vida discreta.
Destacó en el mundo de las telenovelas, en la época de oro de estas series que Venezuela exportó a decenas de países de América, Europa y Asia.
Fue autor de estremecedoras obras de teatro, mordaz columnista de prensa en medios como El Nacional, El Universal, El Mundo y El Estímulo, de Venezuela; El País de España, Letras Libres de México.
"Mi pecado capital ha sido la pereza, señoras y señores. Una pereza llevada a tal grado de desvergüenza que he terminado por hacer mío el lema del gran Karl Kraus: "la vida es un esfuerzo digno de mejor causa", escribió a sus amigos hace un par de años.
En el último año, Martínez había caído en desgracia, después de que confesó en una entrevista que había llegado a maltratar a sus parejas y por eso estaba solo.
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