Durante el fin de semana las calles habían sido invadidas, todo había salido bien, la policía incluso había declarado en un comunicado que el "balance había sido positivo". Casi como un suspiro de alivio. Un alivio barrido por la noticia de un SUV negro que se lanzó contra la gente.
La tensión ya era alta: en las últimas semanas, páginas islamistas habían hecho llamados explícitos a atacar precisamente durante el Carnaval y las fuerzas policiales habían trabajado varias veces en medidas de seguridad para estar preparadas ante cualquier eventualidad.
También en Mannheim, la policía intervino de inmediato, el hombre al volante fue detenido, se inició la búsqueda de cómplices, pero las fuerzas del orden tardaron poco en comprender que se trataba de un lobo solitario. Según el ministro del Interior de Baden-Wuerttemberg, Thomas Strobl, se trata de un hombre de cuarenta años, ciudadano alemán.
Después de unas horas, la policía comunicó que no cree en una motivación política: una forma de decir que no estamos ante un nuevo Múnich, cuando el pasado 13 de febrero un joven de 24 años se lanzó con su coche contra una manifestación sindical, matando a una joven madre, a su hija de dos años y dejando casi cuarenta heridos. En ese caso, poco después, la policía había declarado que se trataba de un atentado con fondo político-islamista, confirmado por el propio atacante.
En cuanto a este último incidente en Mannheim, el periódico Die Welt escribió que el coche utilizado era conocido por las fuerzas del orden porque presentaba símbolos inconstitucionales, cercanos al mundo de la extrema derecha.
Pero el hombre podría estar también afectado por problemas mentales: cuando fue arrestado, sacó una pistola de fogueo que llevaba consigo, se la metió en la boca y disparó. Fue ingresado en el hospital, en estado grave.
Era inevitable, sobre todo en los primeros momentos, tener la impresión de estar leyendo un guion ya escrito y los periodistas conectados desde Mannheim dijeron que revivían el pánico de las semanas anteriores.
La vecina ciudad de Heidelberg decidió inmediatamente cancelar el tradicional desfile de Carnaval, otras seguirán su ejemplo. Y en Colonia y otras ciudades la policía ha reforzado la seguridad.
Los investigadores no creen que los mensajes de las últimas semanas estén dirigidos a células del Estado Islámico en Alemania, pero podrían ser una invitación a atacar para la constelación de radicalizados que se extremizan con gran rapidez.
Precisamente en Mannheim el año pasado, un joven afgano decidió atacar una manifestación de derecha. El hombre, armado con un cuchillo, logró acercarse a la manifestación y atacar a algunos de los militantes. Lo enfrentaron varios, entre ellos un policía que luego murió a causa de las heridas recibidas.
Todos los que hablaron hoy, desde los reporteros hasta los políticos que intervinieron para manifestar su solidaridad, no pudieron evitar repetir: otra vez Mannheim. Es una herida abierta que demuestra cuánto ha sido sacudido el país en el último año.
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