Después de más de tres horas de reunión, los jefes de gobierno de Francia, Italia, Alemania, España, Reino Unido, Dinamarca, Polonia y Países Bajos -en presencia de representantes de la UE y la OTAN- solo pudieron acordar principios generales, como la necesidad de coordinarse con Estados Unidos, garantizar una paz justa y proteger a Ucrania.
Macron, incluso, había anticipado el encuentro con un gesto simbólico: una llamada de veinte minutos con Donald Trump, una señal de voluntad de cooperación. Pero esto no fue suficiente. El primero en salir de la reunión fue el canciller alemán, Olaf Scholz, quien reafirmó la necesidad de que Europa y Estados Unidos actúen siempre juntos para garantizar la seguridad de todos.
Scholz insistió particularmente en el aumento del financiamiento europeo para la seguridad, aceptando incluso superar las rígidas reglas presupuestarias de Alemania. Sin embargo, el tema que más dividió a los participantes fue el posible envío de tropas a Ucrania. Scholz, quien encabeza el bloque de líderes que rechazan rotundamente la idea, se mostró visiblemente molesto: "Creo que es completamente prematuro hablar de esto ahora. De hecho, me irrita un poco este debate.
Quiero dejarlo claro: aquí se está discutiendo sobre la cabeza de los ucranianos unas negociaciones de paz que aún no han tenido lugar, en las que Ucrania no ha dicho que sí y ni siquiera se ha sentado en la mesa", afirmó. Por su parte, Giorgia Meloni, quien llegó una hora tarde al encuentro, también expresó dudas sobre el formato reducido de la reunión, que excluyó a países bálticos y nórdicos, los más expuestos a una posible expansión del conflicto. La primera ministra italiana dejó claro que no se puede construir un bloque anti-Trump ni elegir una estrategia contraria a Estados Unidos.
Según su visión, la opción de enviar tropas europeas "es la más compleja y la menos eficaz", especialmente sin garantías de seguridad para Kiev. En su lugar, Meloni instó a explorar otras vías y a trabajar junto con Washington, ya que "la seguridad común se basa en el marco euroatlántico". El primer ministro polaco, Donald Tusk, reconoció que las relaciones entre Europa y Estados Unidos han entrado en "una nueva fase" y señaló que todos los participantes del encuentro lo han aceptado. Sin embargo, Varsovia y Madrid mostraron su reticencia ante la idea de desplegar tropas en Ucrania. En contraste, el primer ministro británico, Keir Starmer, sí está abierto a esa posibilidad. Starmer visitará Washington la próxima semana para reunirse con Trump y espera desempeñar el papel de mediador entre Europa y Estados Unidos.
Suecia, que no participó en la reunión, también comparte esta postura. Tras despedir a sus invitados, Macron sorprendió a todos al no hacer declaraciones después del encuentro, una actitud inusual en él, ya que suele dirigirse a los franceses para explicar los resultados de sus iniciativas.
Este silencio sugiere que su intento de unificar la postura europea no tuvo éxito. Sus propuestas de comprometerse con el envío de más tropas y armas para defender Ucrania no convencieron a la mayoría de los líderes. Según fuentes involucradas en la preparación de la reunión, el presidente francés había sugerido la creación de una "fuerza de seguridad", no para desplegarse en una futura línea de alto el fuego en Ucrania, sino "en la retaguardia". La ausencia de un documento final -algo planeado por París para evitar fracturas irreparables- dificulta comprender qué temas quedaron fuera por falta de consenso y cuáles podrían servir de base para futuras negociaciones. Al salir del Elíseo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, enfatizó: "Ucrania merece la paz desde una posición de fuerza. Una paz que respete su independencia, soberanía e integridad territorial, con fuertes garantías de seguridad. Europa asume plenamente su papel en la asistencia militar a Ucrania".
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