Así presentan los tabloides británicos las expectativas ante el anuncio de la próxima visita del rey Carlos III y la reina Camila a Italia: una visita que fue mencionada varias veces en los últimos meses, mientras se espera la confirmación formal del Palacio de Buckingham.
Fuentes judiciales citadas por la prensa popular rompieron el hielo informando que el viaje está previsto para abril.
No sin destacar, en primer lugar, la intención del soberano de 76 años, que es también el jefe nominal de la Iglesia anglicana, atento al Diálogo ecuménico, de ser recibido por el papa Francisco en el marco de la celebración del Jubileo.
Para la agenda oficial habrá que esperar los anuncios de palacio, pero es obvio que también se prevén encuentros con líderes políticos e institucionales italianos, momentos dedicados a la sociedad civil y espacios más íntimos para la pareja real, en el marco de una recorrido que está destinado a incluir paradas en otras ciudades cercanas a Roma (como Rávena).
Carlos también demostró, en varias ocasiones, su pasión por Italia, país que visitó numerosas veces en el pasado como heredero al trono.
Pero nunca como rey y jefe de Estado, ahora comprometido en primera línea para utilizar las herramientas de la "diplomacia blanda" de la monarquía para apoyar la política exterior del gobierno de turno: que, bajo el nuevo liderazgo laborista de Keir Starmer, ve a Roma no sólo como un socio con el que consolidar los lazos bilaterales tradicionales, sino también como un importante apoyo en esa estrategia de posguerra.
El "reinicio" del post Brexit puesto en marcha por el premier en toda la UE.
Pero no es sólo el contexto político el que pesa en la cuestión, ya que la visita italiana debería coincidir -no por casualidad- con un aniversario personal significativo para Carlos y Camila: el 9 de abril celebrarán los 20 años de su controvertido pero ahora sólido matrimonio.
Sin mencionar que al primogénito de Isabel II le fue diagnosticado el año pasado un tumor de naturaleza no especificada.
La enfermedad se manifestó de una forma aparentemente menos grave que la que sufrió en los mismos meses Kate, de 42 años, esposa de su delfín William, tanto que -a diferencia de su nuera- el rey nunca desapareció del todo de la escena pública y ya hace varios meses que volvió a trabajar, realizando una actividad casi ordinaria.
Y aún así todavía hay incógnitas, dada la continuación de las terapias que lo preocupan y la falta de un anuncio público (hasta el momento) de una "remisión" similar a la compartida por la Princesa de Gales.
Un escenario en el que el viaje a Italia se presenta en todo caso positivo como su cuarto compromiso post-cáncer en el extranjero: tras la breve misión en Francia el pasado junio con motivo del 80 aniversario del desembarco de Normandía; después del mucho más largo y agotador con Camilla en octubre entre Australia y Samoa.
Y después, el último el 17 de enero en Polonia, para conmemorar el 80 aniversario de la liberación del campo de exterminio nazi de Auschwitz.
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