La historia que llevó al juez de la sección especializada en inmigración y protección internacional Pietro Caccialanza a aceptar la solicitud de una mujer de 31 años que nunca tuvo la ciudadanía, tiene como trasfondo un recorrido que uno de los trabajadores sociales del Municipio calificó de "gratificante".
Sus padres huyeron de Mostar, en Bosnia, a principios de los años 1990 debido a la guerra en la antigua Yugoslavia y cuando ella nació, estaban en Toscana.
Como hacía menos de un año se había creado el Estado de Bosnia-Herzegovina (en el que ella nunca había estado), y la situación política en los Balcanes era difícil, no fue posible transmitirle la ciudadanía.
Sus padres llevan 17 años separados y no sabe. No sabe nada de su padre desde hace al menos ocho años, mientras su madre, que vive en Alemania, en un pequeño pueblo cuyo nombre desconoce, la llama regularmente por teléfono.
"La vi por última vez el 13 de junio de 2011 - dijo durante la investigación preliminar - cuando me casé en un matrimonio tradicional".
Además de no tener ningún vínculo con la tierra natal de su familia, tras casarse joven se convirtió en madre de 4 hijos.
Con ellos y su marido, en lugar de un campamento nómada, vive en Milán, en un apartamento que le asignó el Ayuntamiento.
Los niños van a la escuela y el marido puede "contribuir a sostener a la familia de manera digna mediante una dedicación ahora constante al trabajo".
Un camino que jugaba a favor del reconocimiento de la condición de apátrida que se concedía siempre que se cumplieran los requisitos necesarios.
Además, hay que añadir que el consulado de Bosnia y Herzegovina, al que consultó, nunca dio respuesta sobre su ciudadanía en el país. Ciudadanía que Italia no puede concederle porque el plazo de solicitud ha expirado.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Copyright ANSA