El fundador de Wikileaks, de 52 años, es finalmente un hombre libre después de haber cerrado definitivamente su calvario judicial unas horas antes al declararse culpable "de conspiración para obtener y difundir información sobre la defensa nacional" ante la justicia estadounidense en el tribunal de Saipan, en las Marianas, Islas del Norte, territorio estadounidense en el Océano Pacífico.
El periodista australiano no hablará por ahora, no contará de inmediato su odisea de años transcurridos dentro de la embajada de Ecuador y luego en prisión en Gran Bretaña. "Julián necesita tiempo para recuperarse, pasó más de 5 años en una prisión de máxima seguridad, tiene que acostumbrarse a la libertad", habla por él su esposa Stella, quien en los últimos años como abogada y socia ha luchado por traerlo de regreso a casa de sus dos hijos.
El beso apasionado que ambos se intercambian bajo los escalones del avión mientras el australiano levanta a la mujer en el aire habla de toda la tensión de estos años. Si la opinión pública en todo el mundo sigue dividida entre quienes lo consideran un héroe por haber denunciado las fechorías de Washington y quienes lo consideran un criminal por haber puesto en peligro la seguridad de Estados Unidos, las vidas de soldados y fuentes de inteligencia estadounidenses, no es así en su patria.
"Esta fue una lucha gigantesca por la verdad, por la libertad de prensa y por la justicia. Es simplemente fantástico, me hace llorar", se conmueve Katherine Kelly, miembro de la Alianza para los Enjuiciamientos Políticos, que llegó como otros simpatizantes al aeropuerto. E incluso el primer ministro Antony Albanese, el primero al que el periodista escucha por teléfono nada más aterrizar, está convencido de que "hizo lo correcto" al presionar a Joe Biden debido a su papel de aliado clave en el Pacífico.
Ahora el objetivo final sigue siendo el indulto, la anulación del delito que el fundador de Wikileaks tuvo que admitir para firmar el acuerdo de culpabilidad el 24 de junio en Londres.
La audiencia en Saipan se desarrolló sin contratiempos: después de declararse culpable, incluso bromeó con la jueza Ramona Manglona diciendo que estaba "esperando que el resultado de la audiencia fuera satisfactorio".
Pero no renunció a sacar algunas piedras de su zapato: cuando el juez le preguntó qué había hecho para cometer el delito que se le imputa, Assange respondió: "Animé a mi fuente a proporcionar información clasificada para poder publicarla".
Creo que la Primera Enmienda protege dicha actividad...", pero, destacó, "contradice la Ley de Espionaje". En resumen, aunque se declaró culpable, Assange no parece arrepentido.
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