El argentino Jorge Bergoglio es el hombre de la paz y de la fraternidad, del diálogo a toda costa, del "no" a las armas y a la guerra sin peros. Es quien insistió y sigue insistiendo en un intercambio de prisioneros entre Moscú y Kiev. Es el Papa quien envió a Matteo Zuppi a Moscú en un intento casi desesperado de razonar con los hombres del Kremlin en lo que ni siquiera Volodimir Zelensky creía. Pero no fue recibido ni por Vladimir Putin ni por Sergei Lavrov y fue desestimado por el portavoz Dmitri Peskov con algunas frases y la confirmación de que la guerra continuaría.
Y todos recuerdan el llamamiento de Francisco mientras hablaba en la Iniciativa Global Clinton en septiembre pasado.
"Es hora de encontrar el cambio de la paz, el cambio de la hermandad. Es hora de que cesen las armas. De que volvamos al diálogo, a la diplomacia: no a la guerra. No a la guerra".
Hoy, el día en que Putin propuso un pseudo-plan de paz, inmediatamente rechazado por Zelensky, el G7 prometió solemnemente "apoyar a Ucrania durante el tiempo que sea necesario". Ayer Joe Biden firmó un acuerdo de seguridad de diez años con Zelensky y los Siete Grandes alcanzaron un acuerdo sin precedentes para utilizar los beneficios de los activos rusos congelados para dar a Ucrania otros 50.000 millones de ayuda.
En julio tendrá lugar la cumbre de la OTAN donde la gestión de la ayuda militar pasará del grupo de Ramstein directamente a la Alianza Atlántica para su sostenibilidad en el tiempo. Como si dijera que la ayuda militar occidental a Kiev continuará a largo plazo.
El Papa pidió hoy a los líderes del mundo "una buena política para la paz". Y puntualizó las palabras, preguntando: "Puede el mundo funcionar sin política? Puede encontrar un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política? La respuesta es: "no!".
Es un fuerte recordatorio del papel, el significado y también la ética de la política en un mundo que tiene cada vez menos puntos de referencia y en el que el multilateralismo y el diálogo internacional están en progresivo declive.
Para lograr la paz, Occidente pretende seguir otro camino, ciertamente aceptable: el de lograr la "paz justa". Por lo tanto, no una paz a toda costa, sino una que tenga en cuenta las legítimas demandas ucranianas, en primer lugar a nivel territorial. Y a quienes piden -entre ellos también está Putin y muchos en Occidente- que se deje de enviar armas para detener la guerra, la respuesta solo puede ser una. Y qué pasaría con Ucrania? Sería abrumado por el ejército ruso. Y Rusia probablemente estaría lista para empezar de nuevo en otro lugar.
Pero la aparente contradicción entre la paz a cualquier precio y la paz justa puede ser solo una ilusión.
A los líderes del G7, justamente comprometidos a continuar, a pesar de mil dificultades, con su apoyo a Kiev, las palabras del Papa simplemente les recordaron el objetivo último de su trabajo. "Sus palabras son una fuente de inspiración para cada uno de nosotros", dijo Meloni. "Le agradecí sus oraciones por la paz en Ucrania", añadió Zelensky.
Para los líderes del mundo, las palabras de Francisco fueron en realidad un consuelo.
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