Tanto es así que los Pasdaran, los Guardianes de la Revolución, habría elevado el nivel de alerta ante nuevas manifestaciones.
Es difícil comprobar si los vídeos publicados en las redes sociales son auténticos, pero es igualmente difícil negar que no muestran fuegos artificiales en los cielos de las ciudades iraníes, brindis, dulces para "celebrar" la muerte del presidente cuando todavía había quienes rezaban por su suerte y esperaban que lo encontraran con vida.
A las numerosas imágenes se sumaron disidentes en el extranjero, activistas, pero también familiares de las víctimas acusadas por Raisi, empezando por los cientos, tal vez miles -algunos calculan que fueron 30.000- de presos políticos enviados a la horca en 1988, cuando era fiscal adjunto de Teherán (fue entonces cuando lo apodaron 'el carnicero' de la capital).
O de las víctimas más recientes de la represión de las protestas desencadenadas hace dos años por la muerte de Mahsa Amini, con un saldo de más de 500 manifestantes asesinados, miles de detenidos y varios condenados a muerte.
"Alégrate por la muerte de Raisi y de los asesinos de la nación", escribió en X Masih Alinejad, la periodista y activista exiliada desde 2009, elegida una de las mujeres de 2023 por la revista Time, célebre por la flor que lleva en el pelo.
"Esta oportunidad debe aprovecharse para reunir la fuerza y ;;el poder del pueblo", instó, publicando imágenes del presidente con las manos ensangrentadas y relanzando vídeos de familiares de las víctimas del régimen bailando y brindando por su muerte.
Desde Francia se hizo eco Maryam Rajavi, presidente del Consejo Nacional de Resistencia Iraní (CNRI), de los controvertidos muyahidines del pueblo iraní (PMOI o MEK), antiguos opositores al régimen de los ayatolás y antes del sha Reza Palevi.
La muerte de Raisi es un "golpe terrible" para el régimen, destinado a provocar una serie de crisis en el seno del Ejecutivo, aseguró Rajavi. La muerte "desatará una serie de repercusiones y crisis dentro de la tiranía teocrática, que impulsarán a la juventud rebelde a actuar".
Esta tesis cuenta con el apoyo de varios expertos de think tanks occidentales centrados en la República Islámica. El análisis, en resumen, es que los aproximadamente 50 días que separan al país de las nuevas elecciones presidenciales son demasiado cortos para garantizar que la participación del régimen sea suficiente para transformarse en un éxito.
De hecho, también será difícil revertir el historial negativo de las elecciones parlamentarias de marzo, donde se registró una desalentadora participación del 41%.
Y el círculo de poder ahora irremediablemente anclado a la franja ultraconservadora podría empujar a los ayatolás a tomar mayores medidas enérgicas contra las libertades individuales y a extender la red de represión en nombre de prevenir disturbios.
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