Fue elegido en junio de 2021 para suceder al moderado Hassan Rohan con el 62% de los votos en unas elecciones que registraron la participación electoral más baja de la historia de la República Islámica.
Raisi se vio envuelto en una crisis económica generada por las sanciones occidentales, con un alto desempleo y una inflación disparada, a la que se injertó la crisis del Covid-19.
Pero muchos observadores señalan que su prioridad casi obsesiva era el mantenimiento de la seguridad interna y un aumento del gasto en defensa más que los problemas sociales y económicos en los que se ha visto envuelta la sociedad iraní.
Bajo su mando, en septiembre de 2022, se extendió la ola de protestas tras la muerte del joven Mahsa Amini, a la que respondió con un mayor endurecimiento del orden público, con una serie de condenas a muerte. Una tendencia, además, perfectamente acorde con su pasado.
Nacido el 14 de diciembre de 1960 en la ciudad santa de Mashhad, todavía no tenía 19 años cuando triunfó la revolución islámica liderada por Ruhollah Jomeini, ingresó casi inmediatamente en las cortes revolucionarias, donde desarrolló una rápida carrera, que para sus oponentes sigue estando llena de puntos oscuros.
Como joven fiscal adjunto de Teherán, estuvo entre los cuatro miembros de la llamada Comisión de la Muerte que en 1988 ahorcó sumariamente a miles de disidentes, especialmente activistas de izquierda: al menos 3.000 ejecuciones confirmadas, para algunos hasta 30.000.
"A quienes nos hablan de compasión y perdón islámicos, respondemos que enfrentaremos a los insurgentes hasta el final y erradicaremos la sedición", reiteró durante la represión de las protestas del Movimiento Verde, que en 2009 se opuso a la relección de Mahmoud Ahmadinejad.
Con el turbante negro, símbolo de los descendientes del profeta Mahoma (los sayyids), se le considera un delfín y posible sucesor del anciano Líder Supremo Ali Jamenei, fue su alumno de jurisprudencia islámica. Después de no poder presentarse a la presidencia hace cuatro años, Jamenei lo ascendió a jefe del poder judicial por sus "méritos" para salvar la Revolución.
Bajo su impulso, se reanudó el programa de enriquecimiento de uranio, después de un período de estancamiento tras la retirada unilateral de Trump del acuerdo nuclear de 2015 por parte de Estados Unidos, y la guerra indirecta en toda la región de Medio Oriente, desde Irak hasta Siria, desde el Líbano y Gaza hasta Yemen.
En marzo de 2023, sorprendentemente restableció las relaciones diplomáticas de Teherán con Arabia Saudita, a pesar de las continuas fricciones entre la monarquía y los rebeldes chiítas y sus protegidos hutíes en Yemen.
Dando así una prueba de realismo político y quizás allanando el camino para movimientos de mayor alcance estratégico, pocos meses antes del estallido de la guerra en Gaza con el sangriento ataque de Hamás a Israel, detrás del cual se vislumbra la larga mano de Teherán. Guerra que desembocó también en el primer enfrentamiento directo con el archienemigo israelí, con el intercambio de misiles el pasado mes de abril.
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