Si Israel acepta el acuerdo y frena la operación terrestre en Rafah, lo cual aún está por verse, el comandante en jefe vería recompensados sus persistentes esfuerzos diplomáticos de los cuales ha sido el protagonista. En caso contrario, el primer ministro Benyamin Netanyahu corre el riesgo de verse aún más acorralado, pero también complicaría la posición de Biden.
El anuncio llegó justo después de la llamada entre los dos líderes. Biden le había lanzado una nueva advertencia, temiendo que Israel acelerara la invasión de Rafah después de que desde un área cercana al cruce fronterizo de la ciudad, Hamás lanzara cohetes el fin de semana que mataron a cuatro soldados del IDF, provocando la respuesta de los aviones de combate de Tel Aviv.
Al informar sobre la media hora de llamada, el comunicado de la Casa Blanca enfatizó el mensaje con motivo del Día del Recuerdo del Holocausto, dejando el verdadero motivo de la conversación para el final: "el presidente reiteró su posición clara sobre Rafah".
Es una posición conocida desde hace tiempo: ninguna invasión a gran escala sin un plan de protección para los civiles. Biden había enviado una advertencia previa suspendiendo recientemente el envío de armas y municiones a Israel.
En la llamada, solo había logrado arrancarle a Bibi una promesa, a saber, que el cruce clave de Kerem Shalom, al sur de Rafah, permanecería abierto para la asistencia humanitaria. Pero también lo había actualizado sobre los esfuerzos para un acuerdo sobre los rehenes, incluidas las últimas y decisivas conversaciones del lunes en Doha, Qatar.
El jefe de la CIA, Bill Burns, fue el factor sorpresa, quien después del fin de semana en El Cairo, hizo una parada en Doha justo después de reunirse con el primer ministro Mohammed bin Abdul Rahman Al Thani y quedarse más tiempo de lo previsto.
Una señal de que algo se estaba moviendo.
Mientras tanto, Biden almorzaba con el rey de Jordania Abdullah II, un aliado clave en la región.
El líder demócrata parecía cada vez más impotente ante la voluntad de Netanyahu de desafiarlo y avanzar. Como había dejado claro el domingo, cuando explicó que "si Israel se ve obligado a estar solo, estará solo", y advertir a "los líderes del mundo" que "ninguna presión, ninguna decisión de ningún foro internacional impedirá a Israel defenderse".
La llamada se organizó rápidamente después de la orden a más de 100,000 personas de evacuar de inmediato los barrios orientales de Rafah y trasladarse al área humanitaria de Mawasi, ya llena de tiendas de campaña.
Un movimiento que parece haber tomado por sorpresa a la administración estadounidense y ha alarmado a otras capitales, desde Londres hasta El Cairo. Pero que también podría haber desestabilizado a Hamás, cuyos militantes están precisamente en Rafah.
La respuesta de Hamás, si es sellada con la aprobación de Israel, podría ser un respiro para Biden, también en términos electorales. Justo ayer, el senador de 82 años Bernie Sanders -en busca de su cuarto mandato- advirtió que las protestas en los campus universitarios contra Israel y el apoyo de Estados Unidos a su aliado "podrían ser el Vietnam de Biden" y hacerle perder "no solo a los jóvenes sino también a una gran parte de la base demócrata".
De todos modos, las universidades de Estados Unidos siguen en ebullición: Columbia canceló la ceremonia de graduación del 15 de mayo, mientras que la Universidad de Vermont canceló el discurso de la embajadora de Estados Unidos en la ONU, Linda Thomas-Greenfield, para la entrega de diplomas.
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