Este podría ser el primer acto de la tan temida escalada del conflicto en Medio Oriente: los rebeldes yemeníes -que, apoyados por Irán, controlan un tercio del país- han amenazado con responder y han anunciado que ahora consideran todos los intereses anglo-estadounidenses en el mundo como objetivos legítimos".
La misión, realizada por aviones de combate y misiles Tomahawk desplegados en Washington y cuatro aviones Typhoon de la RAF británica, alcanzó "lugares de lanzamiento de misiles y drones" utilizados contra la marina mercante en el Mar Rojo.
Según el portavoz hutí, posiciones militares fueron atacadas en la capital, Sanaa, y en las gobernaciones de Hodeida, Taez, Hajjah y Saada, con un saldo de "cinco combatientes muertos y seis heridos".
La orden de atacar provino de Joe Biden después de mque otro misil yemení el jueves se lanzara contra un barco en tránsito.
El presidente estadounidense explicó luego que quería responder a los hutíes por haber puesto "en peligro la libertad de navegación en una de las vías navegables más vitales del mundo" y que estaba dispuesto a "ordenar otras operaciones".
Hemos enviado "una fuerte señal" a los hutíes, comentó también el primer ministro británico, Rishi Sunak, durante su visita a Kiev. Desde noviembre pasado, los antiguos rebeldes chiítas ahora en el poder han lanzado 27 ataques en el mar Rojo, una franja de mar atravesada habitualmente por el 12% del comercio mundial: los buques de carga se han visto obligados, por tanto, a desviar la ruta que pasa por el Canal de Suez hacia el sur del continente africano, con repercusiones en los tiempos de suministro, producción y aumento de precios.
El último misil, lanzado pocas horas después de los ataques, cayó al agua a unos cientos de metros de un barco, dijo la Oficina de Operaciones Marítimas del Reino Unido.
"Nuestro objetivo sigue siendo aliviar las tensiones y restaurar la estabilidad en el mar Rojo", dijeron en un comunicado conjunto Estados Unidos, Reino Unido y ocho de sus aliados: Australia, Baréin, Canadá, Dinamarca, Alemania, Países Bajos y Nueva Zelanda. Fuentes del gobierno italiano dijeron que a Roma se le había pedido que firmara la misma declaración (que no firmó), pero que no participara en la acción. Mientras que la Unión Europea evalúa enviar "al menos tres destructores o fragatas antiaéreas con capacidad multimisión" al mar Rojo durante al menos "un año" con reglas de enfrentamiento aún por decidir.
Las incursiones nocturnas en Yemen fueron condenadas por el llamado "eje de resistencia" que, apoyado por Irán, agrupa a movimientos antiisraelíes como los hutíes, el Hezbolá libanés y el propio Hamás, que definió la acción como "una provocación contra la nación palestina" y amenazó con "consecuencias".
Teherán acusó a Estados Unidos y al Reino Unido de haber llevado a cabo "medidas arbitrarias" y de haber cometido "un error estratégico", al igual que Rusia, que denunció una "escalada destructiva" y pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU. "Quieren un baño de sangre en el mar Rojo", reaccionó también el presidente turco, Tayyip Recep Erdogan, quien acusó a Londres y Washington de un "uso desproporcionado de la fuerza".
"Preocupación" fue expresada por Arabia Saudita, que desde 2015 lidera una coalición de países árabes contra los hutíes a favor de un gobierno aliado, y por China, que había mediado entre saudíes e iraníes para un alto el fuego en Yemen. Un llamamiento a "reducir la inestabilidad en la región" también provino de Egipto, ya comprometido en un intento de reactivar las negociaciones indirectas entre Israel y Hamás, y que obtiene del mar Rojo tanto los ingresos derivados del tránsito comercial en el Canal de Suez como los turísticos.
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