Decenas y decenas de cadáveres de jóvenes, cuerpos de niñas y niños amontonados, uno cerca del otro, donde habían intentado esconderse cuando los terroristas llegaron al festival Nova.
Cuerpos en la calle. Sillas para niños manchadas de sangre cerca de coches atravesados ;;por ametralladoras, quemadas.
Carbonizados, todavía humeantes, los cuerpos de personas destrozadas por el fuego tras ser alcanzadas mientras iban en el coche, en los kibutzim, entre los escombros de las casas incendiadas. Mujeres y hombres sin vida, muertos en sangre, cerca de un electrodoméstico, en la habitación, en la cama, en el baño, en los jardines. Y sangre, rastros de sangre en las habitaciones de los niños, en el pasillo, en la sala, en los sillones. Luego los cuerpos, los que quedaron intactos, recuperados por los socorristas, fueron colocados en fila sobre láminas de plástico, los carbonizados en un carrito, incluso dentro de los automóviles.
La filmación termina con las palabras "Nunca olvidaremos el horror del 7 de octubre. El mundo tampoco debería olvidarlo".
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