(ANSA) - ROMA 13 NOV - Italia cayó al puesto 79 en la Brecha
Global de Género del Foro Económico Mundial, entre países con
comportamiento virtuoso hacia las mujeres, y al ritmo actual
tardará 132 años en alcanzar la igualdad total.
Los feminicidios no están disminuyendo; al contrario, los
hombres jóvenes son cada vez más brutales en su violencia. Se
necesita una revolución cultural, pero para implementarla es
necesario invertir en formación sistémica y en un papel
diferente de la mujer en la sociedad.
Después de décadas de batallas feministas, todavía nos vemos
obligadas a ver la visión del cuerpo de la mujer como un objeto
a poseer, a someter, a usar, hija de la peor cultura arcaica y
patriarcal. Hasta llegar a la impactante imagen de un cadáver
para ser encerrado en una bolsa y arrojado junto a la basura.
Era una chica de tan solo 17 años, se llamaba Michelle.
Mirar hacia atrás ayuda a comprender de dónde venimos, a
comprender cuánto queda por hacer. En Italia, los crímenes de
honor fueron abolidos en 1981, junto con el matrimonio forzado.
La violencia sexual se convirtió en un delito contra la persona
hace sólo 27 años, en 1996.
Anteriormente, con el Código Rocco de la época fascista, la
violación era un crimen contra la moral. ¿Somos un país
inmaduro? Ciertamente, somos un país que todavía no acepta la
cultura del respeto, la igualdad y los derechos de las mujeres.
La violencia de género tiene una matriz cultural, también
porque se basa en la desigualdad.
La cultura patriarcal, desde los albores de los tiempos,
atribuye un papel minoritario a las mujeres que a su vez
introyectan, incluso de forma inconsciente, una serie de
conductas para adherirse o acercarse a ese modelo. Y en la
educación de las niñas (como, por otra parte, de los niños),
este modelo se transmite con mayor frecuencia de generación en
generación.
Hasta el punto de que las mujeres a veces no perciben
algunas advertencias. Los celos, la posesión, el tener que pedir
permiso a un hombre, el aislamiento que los hombres violentos
implementan hacia sus parejas, son indicadores de una relación
desigual, de una peligrosa limitación de libertades y derechos.
Si un hombre controla o gestiona el dinero y los gastos de
su pareja -en Italia una de cada tres mujeres no tiene una
cuenta bancaria personal-, se trata de violencia económica, una
manera fácil de acceder a la violencia psicológica y física.
Por una serie de razones, quienes sufren violencia -ya sea
económica, psicológica, física o digital- no siempre la
reconocen inmediatamente como tal. Si bien se ha hecho mucho,
especialmente por parte de las asociaciones en este ámbito,
todavía queda un largo camino por recorrer en la lucha contra la
violencia de género. (ANSA).
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