Medio Oriente al borde de un conflicto general.
(ANSA) ROMA - El asalto a la rave, las masacres y secuestros por terroristas en los kibutzim, el bombardeo israelí con la batalla en Gaza, la búsqueda de rehenes y miles de palestinos que entre las ruinas de edificios y hospitales destruidos solo tienen la esperanza de refugiarse en Egipto.
Desde hace un mes, Medio Oriente, y no solo esta región, se ha metido en un sangriento atolladero del que parece difícil salir por el momento: la guerra de Sucot, que estalló el 7 de octubre, comenzó con el ataque de Hamás contra Israel, en el que murieron más de 1.400 personas y 244 fueron secuestradas.
Según cifras palestinas, la reacción de Tel Aviv con la intervención militar decidida por el Primer Ministro Netanyahu ha causado hasta ahora casi diez mil muertos en la Franja.
Es el final de un equilibrio ya precario que también está dividiendo a Occidente, azotado por graves actos de antisemitismo en los barrios judíos de París y en otros países como Italia, donde algunos vuelven a marcar las casas judías con la estrella de David.
La chispa de la nueva escalada la provocó la operación "Inundación Al Aqsa", planeada en secreto desde hace dos años y lanzada por Hamás hace cuatro semanas, cuando las brigadas Al Qassam, brazo militar de la organización, anunciaron la ofensiva con cohetes desde la Franja de Gaza.
En esas mismas horas, militantes armados, muchos en motocicletas o que ingresaron con aladeltas de fabricación casera, perpetraron masacres en los kibutzim cercanos a la frontera, matando a familias y secuestrando a personas.
Algunos de los rehenes, de diversas nacionalidades, fueron capturados durante un asalto de los terroristas a una fiesta rave que se celebraba en la frontera, otros murieron en un intento de huida.
La reacción a la masacre llegó pocas horas después con un duro ataque: el primer ministro Netanyahu declaró que Israel estaba en guerra, lanzando así la operación "Espadas de Hierro" en la Franja.
El objetivo, además de liberar a los rehenes (hasta ahora han sido liberados cuatro), es eliminar a Hamás, golpeando la red subterránea de sus quinientos kilómetros de túneles, y solo veinte días después llega la anunciada invasión terrestre israelí en Gaza.
El asedio de Gaza aflige a la población civil, privada en gran medida de Internet y electricidad, y el combustible está prohibido en la Franja, útil a los terroristas para lanzar sus misiles y permitir la entrada de aire en los túneles.
Ya a mediados de octubre, el ejército israelí ordenó a los palestinos desplazarse hacia el sur, exigiendo de hecho el desplazamiento de más de un millón de personas: una operación juzgada imposible por la ONU, que advirtió de las "devastadoras consecuencias humanitarias".
Las partes beligerantes suelen culparse mutuamente, como en el caso del hospital Al-Ahli de Gaza, donde, según el Ministerio de Sanidad local, murieron 500 personas bajo las bombas, pero para los servicios de inteligencia occidentales fue un lanzamiento fallido de cohetes de la Yihad Islámica Palestina.
Al mismo tiempo, continúa la negociación mediada por Qatar para la evacuación de civiles. El 2 de noviembre, 450 personas, entre enfermos, niños y palestinos con doble pasaporte y extranjeros (4 italianos) cruzaron el paso de Rafah hacia Egipto.
Ningún resultado sobre la petición de tregua formulada por la Asamblea General de la ONU. Al contrario. El riesgo de que otros países entren en el conflicto es alto y mientras Siria acusa a Israel de atacar sus aeropuertos, los rebeldes pro-Hamas en Yemen lanzan drones: los apoya Irán, que ahora está menos aislado en su política antisionista.
Aumentan las tensiones en la frontera norte con Hezbolá, hasta ahora con cohetes y fuego de mortero, pero el líder del partido miliciano libanés sigue sin implicarse directamente por el momento.
La situación en Cisjordania es crítica, al borde de una nueva intifada, donde continúan los enfrentamientos entre colonos judíos y palestinos, hasta el punto de que en un mes el ejército israelí ha matado a más de un centenar.
El mayor aliado de Israel sigue siendo Estados Unidos, hasta el punto de que el propio Biden llega hasta Netanyahu en Tel Aviv para darle su apoyo, pero le pide que garantice una ayuda humanitaria constante.
También se está trabajando para devolver el control de Gaza a la Autoridad Palestina, que gobierna Cisjordania, pero cada vez pierde más apoyo en sus territorios: el otro juego al que juega Estados Unidos es entender quién gobernará la Franja después de Hamás. (ANSA).