(ANSA) - ROMA, 05 NOV - El ataque a la fiesta (rave), las
masacres y secuestros de terroristas en los kibutz, los
bombardeos israelíes con la batalla en Gaza, la búsqueda de
rehenes y de miles de palestinos que entre las ruinas de los
edificios y hospitales destruidos tienen la única esperanza de
encontrar refugio en Egipto.
Desde hace un mes Medio Oriente, y no sólo eso, se encuentra
en un pantano sangriento del que actualmente parece difícil
salir: la guerra de Sucot, que estalló el 7 de octubre, comenzó
con el ataque de Hamás contra Israel, que mató a más de 1.400
personas y secuestraron a 244.
En tanto que, según cifras palestinas, la reacción de Tel
Aviv ante la intervención militar decidida por el primer
ministro, Benjamin Netanyahu, provocó hasta ahora casi 10.000
muertos en la Franja. Es el fin de un equilibrio ya precario que
divide también a Occidente, marcado por graves actos de
antisemitismo en los barrios judíos de París y en otros países
como Italia, donde alguien vuelve a marcar los hogares judíos
con la Estrella de David.
La chispa de la nueva escalada la desencadenó la operación
"Inundación de Al-Aqsa", planeada en secreto desde hace dos años
y lanzada por Hamás hace cuatro semanas, cuando las brigadas Al
Qassam, brazo militar de la organización, anunciaron la ofensiva
con cohetes desde la Franja de Gaza.
En esas mismas horas, militantes armados, muchos de ellos en
motocicletas o con aviones caseros, llevaron a cabo masacres en
los kibutz cercanos a la frontera, matando a familias y
secuestrando personas.
Algunos de los rehenes, de diversas nacionalidades, fueron
tomados durante una incursión terrorista en una fiesta que se
celebraba en la frontera, otros muertos en su intento de
escapar.
La reacción a la masacre del Shabat llega pocas horas
después con un duro ataque: el premier Netanyahu declara que
Israel está en guerra, lanzando así la Operación "Espadas de
Hierro" en la Franja. El objetivo, además de liberar a los
rehenes (hasta el momento se liberaron cuatro), es eliminar a
Hamás atacando también la red subterránea de sus 500 kilómetros
de túneles, y sólo 20 días después llega la anunciada invasión
terrestre israelí de Gaza.
El asedio en Gaza aqueja a los civiles, en gran parte sin
internet ni electricidad, y en la Franja está prohibida la
entrada de combustible, útil para que los terroristas lancen sus
misiles y permitir la entrada de aire a los túneles.
Ya a mediados de octubre, el ejército israelí ordenó a los
palestinos desplazarse hacia el sur, pidiendo efectivamente el
desplazamiento de más de un millón de personas: una operación
considerada imposible por la ONU, que advirtió de las
"consecuencias humanitarias devastadoras".
Las partes en conflicto a menudo se culpan mutuamente, como
en el caso del hospital Al-Ahli en Gaza, donde según el
ministerio de Salud local 500 personas murieron bajo los
bombardeos. Para la inteligencia occidental, sin embargo, se
trató de un lanzamiento fallido de un cohete por parte de la
Yihad Islámica Palestina.
Al mismo tiempo, continúan las negociaciones mediadas por
Qatar para la evacuación de civiles. El 2 de noviembre, 450
personas vulnerables, niños, palestinos con doble pasaporte y
extranjeros (4 italianos) cruzaron el cruce de Rafah para entrar
en Egipto. Sin resultados sobre la petición de tregua presentada
por la Asamblea General de la ONU. De lo contrario. El riesgo de
que otros países se unan al conflicto es alto y mientras Siria
acusa a Israel de atacar sus aeropuertos, los rebeldes pro-Hamas
de Yemen lanzan drones: apoyándolos está Irán, que ahora está
menos aislado en su política antisionista.
La tensión aumenta en las fronteras del norte con Hezbolá,
hasta ahora con cohetes y disparos de mortero, pero el líder de
la milicia libanesa por el momento sigue al margen de una
implicación directa.
La situación en Cisjordania se está calentando, al borde de
una nueva intifada, donde continúan los enfrentamientos entre
colonos judíos y palestinos, hasta el punto de que en un mes el
ejército israelí mató a más de un centenar de ellos.
El mayor aliado de Israel sigue siendo Estados Unidos, hasta
el punto de que el propio presidente, Joe Biden, se une a
Netanyahu en Tel Aviv para darle apoyo pidiendo garantizarle una
ayuda humanitaria constante.
También se está trabajando para devolver el control de Gaza
a la Autoridad Palestina, que gobierna Cisjordania pero está
perdiendo cada vez más apoyo en sus territorios: el otro desafío
de Estados Unidos es determinar quién gobernará la Franja
después de Hamás. (ANSA).
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