Sin lugar en los cementerios, entierros hechos de apuro
(ANSA) - Por Sami Aljrami - Deir el-Ballah, localidad del sector central de la Franja de Gaza, con vistas al mar solía ser en el verano un lugar ideal para unas vacaciones familiares. Su cementerio estaba lleno y llevaba algún tiempo cerrado. Pero, todo cambió después del 7 de octubre, cuando comenzaron los bombardeos israelíes.
"Nos vimos obligados a abrir las puertas y cavar nuevas tumbas entre las existentes", cuenta uno de los empleados del cementerio. Pero si se esperaba una afluencia limitada de víctimas, fue más bien una avalancha. Los trabajadores tuvieron que trabajar duro y abrir nuevas tumbas entre el muro circundante y el cementerio real. Pozos, pozos y más pozos, mientras continuamente llegan nuevos cuerpos del hospital para ser enterrados.
Las ceremonias religiosas se llevan a cabo apresuradamente en el hospital. No se hacen en presencia de familiares, sino de agentes de policía y personal médico, que despiden respetuosamente al difunto.
"Para ahorrar espacio -cuentan los operarios-, tenemos que enterrar a familias enteras en una sola tumba. Incluso a cinco personas, una encima de otra, envueltas en sus bolsas blancas.
Un espectáculo desgarrador".
Luego se inserta un palo fino en el montículo, con el nombre de la familia. Se mantendrá hasta el final de la guerra. "A los pocos días los familiares regresan con una losa de mármol, con los nombres de sus familiares y las fechas de nacimiento", dicen los empleados.
Pero aun así el sufrimiento es atroz porque muy a menudo se trata de personas desplazadas que han abandonado el norte de la Franja por orden del ejército israelí para morir en zonas donde son extraños, sin conocidos, sin relaciones familiares.
En Gaza existe la costumbre de acudir al cementerio para recordar a los difuntos todos los jueves. ¿Qué harán en el futuro?, se preguntan, ¿si regresan a sus hogares en el norte? "Vimos a un hombre que, mientras metían a toda su familia en la tumba, agarró el cuerpo de un niño de seis años y dijo: 'El no'.
Tomó ese cadáver, lo cargó en un auto y condujo hasta el barrio de Sheikh Radwan para enterrarlo en la parcela familiar de ese cementerio".
El entierro de extraños es un tema que afecta especialmente a los trabajadores de emergencia.
En Nusseirat, uno de ellos cuenta a ANSA que cuando se extraen de entre los escombros los cuerpos destrozados de personas desconocidas en el barrio no queda más remedio que sacarlos con una topadora y colocarlos en una gran fosa común.
"Lo más probable es que no los vuelvan a encontrar. En el futuro, si la situación volviera a la normalidad, podríamos pensar en las pruebas de ADN", afirmó el hombre. Pero la mirada sugiere que en la actual Gaza asolada por el desastre, los laboratorios capaces de llevar a cabo este tipo de investigaciones son pura ciencia ficción.
En los hospitales -por ejemplo el Shuhada, de Khan Yunes- vemos a menudo escenas dramáticas de personas que vienen a identificar a las víctimas de los ataques, mientras la dirección de los hospitales les presiona para que retiren los cadáveres porque no hay aire acondicionado.
"Vemos -dicen las enfermeras- personas levantando las mantas una por una para identificar a sus seres queridos. Pero son escenas dramáticas porque se enfrentan a la visión de una serie de cuerpos destrozados".
Para facilitar el reconocimiento, se están generalizando el uso de pulseras identificatorias. Los padres se los entregan a sus hijos con la trágica esperanza de que al menos sean identificados en el peor de los casos, si mueren. ¿Pero no les impresiona a los niños recibir pulseras con su nombre?. "Parece que no -responde uno de los padres-. Ven todos los días los horrores de la guerra desde la ventana, no necesitan explicaciones especiales. Ahora lo entienden todo".