(ANSA) - TEL AVIV, 27 OTT - Si hasta el pasado 7 de octubre
los reclutas militares asignados para seguir las actividades a
lo largo de la Franja de Gaza eran 20, ahora, en el en kibutz
Nahal Oz, apenas quedan dos: Yael Rotenberg y Maya Desiatnik.
Trece de sus camaradas fueron asesinados a sangre fría, a
quemarropa, por miembros de la unidad de élite de Hamás.
Los demás fueron secuestrados o están desaparecidos.
Ahora Yael (que resultó herida por una granada de mano) y
Maya decidieron hablar con la televisión pública Kan.
Siguiendo hora tras hora lo que sucedía dentro de Gaza a un
kilómetro de distancia, intuían que Hamás estaba preparando algo
grande y lo informaban a sus superiores.
Pero entre los líderes militares la sensación era que Hamás
todavía estaba intimidado por Israel.
En las semanas, y más aún en los días que precedieron al
ataque -informó Rotenberg- se habían producido "episodios
extraños".
"De repente vimos 200 soldados de Hamás. Sus ensayos
comenzaron un mes antes", contó.
"Nos dijeron que era normal. Pero luego los ejercicios
tomaron el ritmo de uno por día, incluso dos por día. Y esto fue
excepcional. También vimos cómo se entrenaban para tomar el
control de un tanque", aseveró.
Una de sus compañeras, Hadar Cohen, asesinada por Hamás,
estaba muy preocupada: había informado, según Rotenberg, que
agentes de Hamás estaban realizando inspecciones a lo largo de
la frontera con grandes mapas geográficos, que indicaban los
lugares judíos más cercanos.
"Nuestro comandante incluso la felicitó. Pero nunca supimos
qué pasó con su informe", dijo.
Mientras, en Israel se celebraba Sucot, la Fiesta de los
Tabernáculos, y muchos soldados de Nahal Oz estaban de licencia.
El ataque de Hamás comenzó el sábado por la mañana, con un
potente bombardeo que "hizo temblar los muros y nuestras
pantallas.
"Los vimos llegar en masa. Increíble: conocían todos los
puntos débiles de la valla fronteriza", prosiguió.
En las semanas anteriores, Hamás había organizado
manifestaciones "populares" durante las cuales lanzó numerosas
bombas que debilitaron las estructuras.
"Cuando se produjo el ataque los demás vigilantes todavía
estaban en sus camas. Habrían buscado reparo en un refugio,
todavía en pijama, sólo para encontrarse frente a rifles de
Hamás y granadas de mano".
Yael y Maya se salvaron milagrosamente de la masacre.
Los soldados que las rescataron les dijeron que cerraran los
ojos para evitar ver los cuerpos de sus amigos asesinados.
Entre los recuerdos más escalofriantes estaban las llamadas
telefónicas de despedida de los compañeros a sus padres, cuando
ya habían comprendido que no saldrían vivos de la base de Nahal
Oz. (ANSA).
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