Hamas: "Una casa de 10 mil dólares por traer un rehén"

Surge de interrogatorios a milicianos de Hamás, dice el Ejército

(ANSA) - TEL AVIV, por la enviada - "Tuvimos que secuestrar a tanta gente como fuera posible. En Gaza, cualquiera que traiga un rehén cobra", y cobra bastante: "Un apartamento y 10.000 dólares". Una casa por cada rehén: Sí, así funcionan las brigadas Al Qassam, porque querían el mayor número de raptados israelíes".
    El ejército israelí ha difundido vídeos, reproducidos por medios de prensa locales, de los interrogatorios de siete terroristas de Hamás, capturados durante el atentado del 7 de octubre, en los que admiten haber recibido órdenes de "matar, decapitar, mutilar y secuestrar a civiles". En un caso, también tenían el sombrío "permiso para violar el cadáver de una niña".
    Para no "invalidar" estos interrogatorios, la fiscalía israelí decidió aumentar a 90 días el período de detención de los miembros de Hamás sin permitirles el acceso a un abogado. Se los ve sentados en una silla en oficinas secretas, al lado de la fotocopiadora o más allá de un escritorio, alguien con las manos esposadas, uno con una camiseta blanca manchada de sangre. Los prisioneros desfilan solos ante la policía o los agentes del Shin Bet, que a diferencia de los terroristas, nunca se los ve.
    En los videos, el ambiente de las conversaciones en árabe parece bastante tranquilo: quizás debido al uso de las cámaras nadie alza la voz, sólo en las miradas y los rostros -no oscurecidos- de los detenidos se desprende cierto nerviosismo.
    Las preguntas son más o menos las mismas para todos, las respuestas son las que probablemente los agentes quieran escuchar. ¿De qué grupo eres parte? "Hamás". ¿Qué brazo? "Qassam". ¿Qassam o Nukhba?, insiste el policía. "Nukhba", responde el prisionero, inclinándose rítmicamente hacia adelante con una mueca de dolor. ¿Cuál fue tu misión? "Infíltrate en el puesto militar. Y luego en los kibutz", es la respuesta.
    Pero en los kibutz hay civiles, señala el agente. "La orden respecto a los civiles era matar a los hombres y capturar a las mujeres, a los ancianos y a los niños", admite sin pestañear el detenido. ¿Todos los hombres?, le vuelven a preguntar. "Los jóvenes." ¿Los civiles?, insiste el interrogador. "No importa, hombres civiles, hombres soldados... No importa", desliza.
    La "misión" de otro era "limpiar" el kibutz de Kfar Aza, uno de los más golpeados por la ferocidad de Hamás. ¿Qué significa limpiar?, le preguntan. "Vaciarla, vaciar las casas", responde banalmente. "Vi a una mujer en el suelo, pensé que estaba muerta y no me acerqué. Su perro salió a la calle, le disparé", cuenta otro.
    El más joven, sentado en el centro de una sala, habla del grupo y nunca en primera persona, como para distanciarse: "Había una chica de 15-16 años. Querían hacerse una selfie con ella y alguien dijo que le disparara. Los demás dijeron: no la maten, secuéstrenla. Luego se tomó una selfie y se la llevó en su moto". Y continuó: "Le disparé a un hombre ya muerto en la cabeza. Me regañaron porque había desperdiciado las balas, porque servían para matar civiles".
    Al final del interrogatorio, las preguntas cambian de tono.
    Pasan a la responsabilidad moral y política de la masacre. ¿El Corán y el Islam te dicen que hagas esto? ¿Te empujan a matar niños?, pregunta uno de los servicios de inteligencia. "No", responde el prisionero bajando la mirada. ¿Le preguntan, entonces, si no cree que estas acciones son similares a las del ISIS? "Sí. Nos engañaron". ¿Quién te engañó?, insta el agente.
    "Todos. (Yahya ) Sinwar, (Mohamed) Deif, (Ismail) Haniyeh, todos los líderes de Hamás. Nos abandonaron". (ANSA).