Massa frena la ola negra de Milei. Ahora, a la caza de votos.
(ANSA) - BUENOS AIRES, por Patrizia Antonini - Los progresistas de Sergio Massa remontaron sorpresivamente en las elecciones argentinas, frenando la marea negra del anarcocapitalista Javier Milei y dando batalla hasta el último voto antes de la segunda vuelta del 19 de noviembre.
El campo de batalla serán ahora los votos de la conservadora Patricia Bullrich, gran derrotada en la primera vuelta, así como la caza de los votantes ausentes, en unos comicios que registraron la tasa de participación más baja de los últimos cuarenta años (74%).
Massa, actual Ministro de Economía, al frente de Unión por la Patria (UP) lidera con un 37%. El ultraliberal Milei, líder de Libertad Avanza (Lla), le persigue con un 30%. Mientras que el centro-derecha de Juntos por el cambio (Jxc) corre el riesgo de implosión tras el magro resultado de Bullrich, que se detuvo en el 24%.
Una debacle dramática, la de Jxc, ahora desgarrado por una guerra de facciones precisamente por el apoyo a la segunda vuelta.
"'No vamos a felicitar a uno de los ministros del peor gobierno de este país', declaró acaloradamente la candidata derrotada. Y descartó toda posibilidad de diálogo con Massa: 'Nunca seremos sus cómplices'.
"El futuro es promisorio", afirmó exultante el presidente saliente, Alberto Fernández, quien, sin embargo, no estuvo presente en la noche electoral en la sede ministerial en el complejo C del barrio porteño de Chacarita, donde los militantes, entre cánticos y redoblantes, se dejaron llevar por la euforia.
Silenciosa también estuvo la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, la gran tejedora del poder de los últimos veinte años, condenada por corrupción, que incluso tomó distancia del Gobierno en las horas previas a la votación.
Ambos son símbolo de esas divisiones internas con las que Massa ha prometido acabar, con la convocatoria de "un gobierno de unidad nacional" en el que se elegirá a las personas por sus cualidades y no por su filiación política.
"Éramos un puñado de ciudadanos. Los expulsados. Ahora vamos por la victoria", se regocijaba Victoria Villarruel, vicepresidenta in pectore de la ultraderecha.
Todo estaba listo para las celebraciones en el hotel Sheraton Libertador de Buenos Aires, pero los primeros sondeos confidenciales a pie de urna clavaron a Milei en la habitación de su hotel, en el piso 21, escribiendo y reescribiendo su discurso en compañía de su hermana Karina y del brasileño Eduardo Bolsonaro.
Al salir ante sus seguidores, el hombre motosierra enemigo de la casta lució tenso, apagado, una sombra "del rey perdido del mundo" que había cantado como una estrella de rock en el acto final de la campaña electoral.
"En noviembre habrá que elegir entre la continuidad de este modelo que ha empobrecido a la Argentina o terminar con la inflación, la inseguridad y volver a vivir en libertad. Esto solo puede pasar con nosotros", dijo tendiendo la mano a los conservadores.
Pero el camino para captar nuevos votos es cuesta arriba.
Milei asusta con sus recetas económicas extremas, con propuestas como permitir la venta de órganos, liberalizar las armas y reducir drásticamente el Estado eliminando los programas de ayuda social.
Mientras que Massa, identificado por muchos como una emanación del peronismo corrupto, tiene que convencer de que ser ministro de Economía en un país sumido en una crisis económica existencial no es, en última instancia, fruto de su incapacidad.
(ANSA).