(ANSA) - JERUSALEN, 19 OTT - "Elegí el lugar más sagrado para
los judíos. Para que todos los judíos que ahora están en Gaza
puedan regresar con sus familias, a sus hogares". lo dice
Avichai Brodtz, que llora lágrimas secas. Su mirada se apaga
mientras invita a rezar por todos los rehenes en manos de Hamás
en el Muro de los Lamentos de Jerusalén.
"Este es el lugar más sagrado para los judíos", repite en
declaraciones a ANSA este joven padre, que el 7 de octubre vio
cómo los terroristas se llevaban a su esposa Hagar y a sus tres
hijos muy pequeños: Uria, de 4 años y medio, Yuval, de 8 y la
mayor Ofri, que acababa de cumplir 10.
Lo apoyan -incluso físicamente- sus amigos, que vienen en
grupo para no dejarlo solo cuando las horas ya deben parecer
interminables.
Llevan camisetas con fotografías de los tres niños y su
madre con caras sonrientes, sostienen carteles con una foto de
toda la familia, pantalones cortos y pies en el agua, tomadas en
un viaje a algún lugar de esa vida tranquila, antes de la
pesadilla.
A Uria, el más pequeño de los tres, le gusta jugar al
fútbol, ;;mientras que a Yuval le encantan los videojuegos y
tiene una Xbox. La grande, en una foto, mochila al hombro y pelo
revuelto, y en la imagen saca la lengua. "Cómo puedes dormir?",
pregunta el padre en uno de los muchos llamamientos que también
lanzó en las redes sociales. "Es imposible descansar o dormir
hasta que todos regresen vivos a casa", se responde. Avichai, un
ex agricultor que ahora estudia enfermería, implora a la
comunidad internacional que haga todo lo posible para salvarlos.
Lo acompaña en la oración el rabino Shmuel Rabinovicht, el
líder religioso del Muro de los Lamentos y de los Lugares
Santos. Hombres, por un lado, y mujeres por el otro, como manda
la tradición, los fieles recitan la Minjá y otras oraciones
especiales para los soldados del ejército israelí y la salvación
del país.
Incluso los transeúntes se encuentran con Avichai y lo
abrazan sin conocerlo. Un hombre se le acerca, perdió su hijo en
la masacre de Hamás, pero tiene la fuerza para animarlo: "Esta
fuerza me la dio mi hijo, que ahora está en el cielo. Salvó a
sus amigos antes de morir, y ahora con la ayuda del Señor
encontraremos a todos los rehenes. Ese será un día de fiesta
para el pueblo de Israel", le dice y luego lo sostiene en sus
brazos, como si fuera un hijo más.
En segundo plano una pareja muestra los rostros y los
nombres de otros dos rehenes: Adrienne Siegel, de 62 años, y
Keith Samuel Siegel, de 64, marido y mujer
israelí-estadounidenses, secuestrados y llevados a Gaza en su
propio coche.
"Sólo queremos rezar y rogar para que puedan volver",
explicó la hermana de Adrienne, que parece haberse quedado sin
palabras.
Los fieles desfilan poco a poco por las callejuelas de la
Ciudad Vieja, donde sólo un par de gatos escoltan a un pequeño
grupo de turistas filipinos, los únicos que recorren la Vía
Dolorosa.
Las tiendas de souvenirs están cerradas, los frailes del
Santo Sepulcro entran y salen de la Basílica desierta. El
atardecer ilumina el muro sagrado, pero los corazones están
oscuros. Para Avichai es el comienzo de otra noche de insomnio.
(ANSA).
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