(ANSA) - TEL AVIV, 16 OTT - El pasillo iluminado con luces de
neón, el olor acre y penetrante, las ventanillas de las puertas
a través de las cuales se vislumbran abrigos azules doblados
sobre las camas, las habitaciones frías que devoran la muerte.
El silencio solo es interrumpido por el zumbido de las
moscas y el ruido de las camillas que llevan de un lado a otro,
en lúgubre procesión, las bolsas negras de cadáveres, blancas si
son de niños o de lo que queda de ellos. Es un ir y venir
ininterrumpido de cadáveres, decenas, cientos, entre las 1.400
víctimas del brutal ataque de Hamás en el sur de Israel.
"Este es el mundo de los muertos", dice a ANSA el doctor
Chen Kugel, director del Centro Nacional de Medicina forense de
Tel Aviv, el único de todo el país, adonde fueron llevados hasta
ahora desde la base militar de Shura cerca de 950 cuerpos, 297
aún sin nombre.
"Aquí llegan solo los casos más difíciles. Nuestro primer
objetivo es aquel de identificar a las víctimas, luego entender
qué les sucedió, como murieron. Debemos dar una respuesta a las
familias que se preguntan si sus seres queridos se encuentran
aquí o si terminaron en Gaza como rehenes. Se lo debemos".
No es una tarea fácil. "A veces no sabemos la respuesta,
porque recibimos pequeños restos, o trozos carbonizados, cuerpos
mutilados y completamente descompuestos. Pero intentamos hacerlo
lo mejor que podemos", explica el doctor Kugel, que a menudo se
interrumpe, con los ojos brillosos y un nudo en la garganta, a
pesar de sus 31 años de carrera.
En la morgue, cada mínimo detalle, cada pedacito de hueso es
analizado, se recogen muestras de ADN, las huellas digitales,
las arcadas dentales. Incluso un tatuaje -"si aún es visible"-
puede ser útil.
"Algunos cadáveres tenían las muñecas atadas a la espalda
con cintas de plástico, otros tenían agujeros de bala en las
manos porque intentaban defenderse", contó el director del
centro, llevándose las manos a la cara para imitar el gesto.
El equipo de médicos forenses muestra en una pantalla la
foto de una masa amorfa y negra, un bulto carbonizado e
indistinguible.
La imagen de resonancia magnética revela entonces que se
trata de dos columnas vertebrales y dos pares de costillas
entrelazadas: "Es un adulto abrazando a un niño", explicó Kugel.
Sus cuerpos están fusionados entre sí, presas del miedo de lo
que está por suceder y luego sucedió: la violencia, la muerte.
"Hemos visto tantos niños muertos: algunos estaban quemados,
algunos muertos entre las llamas, tenían humo en la tráquea",
continuó el doctor Kugel.
Probablemente, explicaron los médicos, "murieron
intoxicados, no quemados vivos. No encontramos rastros de
combustible en los cuerpos. Las familias -subrayaron- deben al
menos saber que no sufrieron ese horror".
A una consulta sobre la noticia no confirmada de "niños
decapitados" por Hamás, el director es categórico: "He visto
niños sin cabeza, pero no sé la causa. Una bala o un misil
pueden arrancarte la cabeza. No diré que las personas fueron
decapitadas", interrumpió.
Es un trabajo desgarrador, larguísimo, al que médicos
forenses, peritos y voluntarios, incluidos los de otras
nacionalidades, llevan días dedicándose incansablemente.
"Nos tomaremos todo el tiempo necesario -asegura la doctora
Nurit Bublil, consultora del laboratorio de ADN del ejército
israelí-. Pero devolveremos el cuerpo de cada israelí, cada
soldado, cada extranjero o turista a sus familias. Cada uno será
enterrado en casa". (ANSA).
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