Protestas en Tel Aviv contra el premier: "Renuncia", "a prisión"
(ANSA) - Por Laurence Figá-Talamanca - "Qué vergüenza! Bibi dimite! A la cárcel!". El dolor se convierte en ira, las lágrimas en gritos.
Contra Benjamín Netanyahu, culpable de "no hacer nada" respecto a la suerte de los rehenes -al menos 120- secuestrados por Hamás en el atentado del 7 de octubre.
Y por eso, ahora, "debe irse". Las familias de los secuestrados se reunieron cerca del Ministerio de Defensa en Tel Aviv para pedir acción para sus seres queridos, sumidos en la oscuridad de Gaza. "Ahora!", gritan, blandiendo sus fotografías y carteles que dicen, en hebreo y en inglés, "Tráiganlos a casa!". El primero en detenerse fue un padre que buscaba a sus tres hijos secuestrados por los terroristas: "No me iré de aquí hasta que ellos regresen".
Poco a poco se le fueron uniendo otros padres, hermanas y amigos. Con el paso de las horas, el cruce de Kaplan Street fue asediado por al menos 200 personas, hasta el punto de que la policía se vio obligada a cerrar el tránsito, en una ciudad por lo demás desierta, entre el miedo a la guerra y el habitual descanso sabático.
"Él gritaba 'no me mates', entiendes? 'No me mates!'", cuenta entre sollozos a ANSA una mujer, sosteniendo en alto la imagen simbólica de la tragedia del festival de música convertido esa mañana en sangre: la de Noa Argamani. Con el rostro deformado por el miedo , la estudiante arrastrada en una motocicleta por hombres de Hamás mientras gritaba aquella frase desesperada: "No me mates!".
Otro familiar quiere recordarla sonriendo, tiene en el pecho la foto de una Noa serena, posando en la montaña.
Las gafas oscuras ocultan, en cambio, las lágrimas de la madre de Liri Albag, una soldado de 18 años que estaba de servicio cerca de la frontera con la Franja. "Se la llevaron en pijama", cuenta junto a su hija mayor que la toma del brazo.
Juntas lanzan un llamamiento "al mundo entero: ayúdennos a traerla a casa", imploran antes de que las lágrimas les ahoguen la voz.
Entre decenas de banderas israelíes al viento, otro manifestante se desquita con el primer ministro: "Él sale en la televisión y pronuncia discursos vacíos". No tiene familiares entre las víctimas de la masacre ni entre los secuestrados, pero -explica- "no podía quedarme en casa sin hacer nada". Suele protestar todos los sábados contra Netanyahu y su reforma judicial. Esas manifestaciones fueron suspendidas el día del ataque: "Ahora estamos aquí para apoyar a esta gente".
Un partidario de Netanyahu pasa por casualidad en el cruce y se enfrenta a algunos manifestantes: "No es el momento de atacar al primer ministro", acusa, única voz en el coro. Los ánimos se caldean, la policía interviene para sacarlo mientras él sigue gritando: "Rak Bibi", "sólo Bibi", como le dicen a Netanyahu.
El país está ahora unido para la guerra, pero hay muchos que creen que al final del conflicto actual habrá que hacer un ajuste de cuentas, como ocurrió después de la guerra de Yom Kippur, que le costó a Golda Meir el cargo de primera ministra.
El mismo, según muchos analistas, podría ser el destino que le espera a Netanyahu, que ya enfrenta tres juicios en su contra.