Un éxodo de cualquier modo para escapar al ataque israelí
(ANSA) - Por Sami al-Ajrami - Un amanecer irreal iluminó hoy la ciudad de Nusseirat, cerca de Wadi Gaza, es decir, la línea indicada por Israel como la que los habitantes del norte de la Franja deben cruzar obligatoriamente, avanzando hacia el sur, para salvar sus vidas mientras el ejército se prepara para lanzar una ofensiva en el norte.
Esta mañana, frente a la sede de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados, se podían ver cientos de carros arrastrados por burros. Ayer y durante la noche habían traído aquí a los desplazados, miles de ellos. Pobres que sólo tenían unos pocos enseres domésticos y unos cuantos colchones para dormir.
La sede de la UNRWA está repleta. Ya ni siquiera hay sillas. Las estimaciones del número total de personas desplazadas fluctúan. La UNRWA dice que en toda Gaza hay más de 400.000, un palestino de cada cinco. Hoy llegaron nuevamente a Nusseirat, por miles. Agotados por el cansancio, por la marcha de kilómetros, también porque ahora es muy difícil encontrar gasolina.
Fue un amanecer muy agitado, incluso después de despertar.
Porque las tiendas de Nusseirat no pudieron resistir el ataque de tanta gente hambrienta y los puestos pronto se vaciaron, dejando frustrados incluso a aquellos que tenían el dinero consigo para comprar algo para comer. Otros más han llegado sin recursos económicos y en estas horas cuentan con el buen corazón de los habitantes locales.
En un gran aparcamiento se ha levantado una tienda de campaña donde las familias desplazadas pueden descansar, conseguir una manta y recibir comida. Se siente especialmente la falta de pan. Hoy en Nusseirat fue necesario hacer cola de hasta cinco horas para conseguir conquistar entre 25 y 30 pitas árabes. En la ciudad de Gaza la situación es aún más dramática: la mayoría de las panaderías permanecen cerradas.
Para agravar aún más la situación, llegaron noticias desde la cercana Rafah, el punto de tránsito con Egipto. Las últimas actualizaciones informaron sobre el despliegue de muros de hormigón en el lado egipcio de la frontera para evitar que masas de personas desesperadas lleguen al Sinaí. "Qué hacer?", se preguntaban muchos en una plaza de Nusseirat.
"Por un lado, Israel nos está alejando del norte de la Franja, por otro, Egipto está construyendo un muro. Qué será de nosotros? Volveremos a ver nuestros hogares?", deslizan agobiados.
Para saber más intentan recurrir a la radio, pero varias emisoras parecían haber desaparecido. No hay electricidad en la franja. Y por eso también escasea el agua. Las comunicaciones telefónicas también son una incógnita. Cualquiera que haya dejado atrás a un familiar enfermo o herido en los hospitales de Al Awda y Al Aqsa -en cuyo sector Israel pide el desalojo inmediato- comprende que ahora se encuentra expuesto a un peligro inmediato, tal vez fatal.
De hecho, la dirección de esos hospitales ha reiterado que el personal médico y los pacientes gravemente enfermos permanecerán allí pese a todo. No hay ambulancias y no hay hospitales en el sur para admitirlos. Miles de personas se han reunido alrededor del hospital de al-Shifa, el principal de la ciudad de Gaza, convencidas de que Israel no se atreverá a atacarlo.
Junto a los desplazados, llegó la noticia de que ayer un camión, con decenas de personas a bordo, había sido alcanzado por una bomba cuando se dirigía, como había solicitado Israel, hacia Wadi Gaza. No se precisó el número de muertos y heridos.
Pero hoy en Deir el Ballah, también al sur de Wadi Gaza, un edificio fue alcanzado por la aviación israeló.
Las familias desplazadas habían encontrado refugio en el interior. Una casa cercana también se derrumbó, sepultando a una familia numerosa. Hubo muertos y heridos. E incluso en lo que debería ser una "zona segura" hubo dramáticas corridas hacia un hospital cercano y familiares desconsolados frente a sus muertos en la morgue. (ANSA).