Mattarella, árbitro inflexible de derechos

Nunca líder de la oposición, todas sus salidas están ponderadas

(ANSA) - ROMA 25 ABR - El presidente italiano, Sergio Mattarella, reafirmó con su intervención de hoy en un nuevo aniversario de la caída del régimen fascista que su objetivo es tener un papel institucional, no ser líder de la oposición.
    Se definió como el referí de la vida institucional y lo es desde hace más de ocho años: un árbitro que dejó jugar los partidos usando tarjetas rojas con parsimonia. Pero inflexible cuando se cuestionaban los derechos, la Constitución y la posición internacional de Italia.
    Mattarella no suele intervenir "caliente" en temas, aun cuando las actuales oposiciones, pensando quizás todavía en su origen del ala demócrata católica del Partido Demócrata, le han tirado de la chaqueta, con cierta falta de elegancia, para que intervenga en cada decreto no deseado, en cada declaración política exagerada.
    No, el presidente de la República siempre tuvo su propia línea: la de decantar las controversias, reflexionar y luego intervenir no sobre el episodio sino sobre los valores a defender.
    Así nació su intervención en Cuneo. Lentamente, se fue construyendo un hilo conductor en el Quirinale, se apuntaron las referencias y se anotaron las citas para transformar un discurso en una lección que redibujaba esos límites que, a su juicio, necesitaban ser iluminados en tiempos de revisionismo. Un discurso que no es un rayo caído del cielo, sino la exitosa suma de los muchos ya realizados para el 25 de abril.
    Seguro que al presidente de la República no le hizo falta el Var, siguiendo con la metáfora futbolística, para pillar algunos de los desaciertos institucionales de estas semanas.
    La Constitución y sus raíces fundacionales, referencias a grupos étnicos, el patriotismo utilizado como candado para debilitar la ventana europea, el intento de superar los tratados internacionales sobre migrantes: había que restablecer un poco de orden.
    El jefe de Estado no se dejó arrastrar a disputas individuales y mucho menos pensó en intervenir en el debate parlamentario, que para él es sagrado. Pero como también sucedió en la formación del último gobierno, donde hizo saber con mucha anticipación y con cortés firmeza que la posición europea de Italia era intangible, aún hoy ha sentido la obligación moral de repasar la historia, liberándola de ambiguas o deliberadamente lecturas desviadas.
    El capturar en directo por televisión el eslogan "ahora y siempre Resistencia" es una pequeña provocación con un buen fin.
    Es una invitación a no tener miedo a la realidad, a no cortar las raíces sobre las que nació la República.
    Sus referencias al papel del partido Acción, con sugestivas referencias a Giuseppe Mazzini, son un vistazo a la memoria dirigida a quienes -tanto de derecha como de izquierda- transmiten sutilmente el mensaje de que la Resistencia es prerrogativa exclusiva de aquellos quien luego se fusionó con el PCI de la posguerra que tanto asustó a los aliados estadounidenses.
    Fue un discurso necesariamente duro: Mattarella sintió la necesidad de plantar apuestas que aún hoy son insalvables. Pero si nos comprometiéramos a leerlo y releerlo, entonces sí, sobre esta base, Italia finalmente ya no podría estar dividida el Día de la Liberación. Aceptar los hechos, no las lecturas de los hechos, parece decir el árbitro al final del partido. (ANSA).