Todo ello en un contexto de horizonte precario para la economía del Reino Unido, entre factores internos y turbulencias internacionales, que pone a prueba la confianza de los inversores, alimenta el miedo a un círculo vicioso no coyuntural y contribuye a las polémicas sobre el mismo gobierno laborista moderado de sir Keir Starmer: ya aparentemente en apuros a solo seis meses del regreso al poder tras la victoria electoral del 4 de julio de 2024, además de las luchas con las incertidumbres planetarias vinculadas al segundo advenimiento de Donald Trump al timón del gran aliado americano.
El dato más inquietante se refiere a los costos de financiación de la deuda pública de la isla, que nunca fueron tan elevados en 16 años. Una señal de alerta ante la cual el gobierno de Starmer intenta hacer buena cara a la mala suerte, excluyendo por el momento la "necesidad de intervenciones de emergencia" en los mercados. Fue el número dos del Tesoro, Darren Jones, quien aseguró a la Cámara de los Comunes que la situación era segura en respuesta a una pregunta urgente.
Los mercados "siguen funcionando de manera ordenada", dijo, atribuyendo la actual fase de inestabilidad a "una amplia gama de factores nacionales e internacionales".
La oposición conservadora, cuyos gobiernos de los últimos 14 años fueron acusados por el Partido Laborista de haber dejado un legado de declive económico y caos financiero, respondió, señalando con el dedo en primer lugar la muy criticada maniobra presupuestaria de otoño del Partido Laborista, que consiste en mega aumentos de impuestos por 40 mil millones de libras.
"Sus subidas de impuestos acabarán siendo tragadas por los mayores costos de financiación sin ningún beneficio para el pueblo británico", tronó el ministro de Hacienda en la sombra, Mel Stride, mientras la inflación repunta y la economía cierra el último trimestre con una tasa de crecimiento cero, por debajo de las estimaciones. Y mientras se multiplican entre los analistas las voces de desaprobación por la actuación de Rachel Reeves, superministra económica de Starmer y primera mujer Ministra de Hacienda en la historia del Reino: también está en el punto de mira por haber querido introducir nuevos criterios de cálculo de la deuda -un artificio contable, según algunos- para labrarse márgenes de gasto adicionales para las inversiones públicas.
Mientras tanto, el Gilt a 10 años sube cuatro puntos básicos, hasta el 4,83%, con los bonos del Reino Unido "fuertemente vendidos" a raíz de una combinación de ansiedad generada por la deuda y la inflación. Mientras tambalean las esperanzas de un recorte de las tasas de interés el mes próximo por parte del Banco de Inglaterra, después del stop de diciembre.
La perspectiva de una consolidación al alza de la deuda pública del país después del Brexit no puede dejar de poner nerviosos a los mercados y inquietar a los operadores. Asustados por la hipótesis de un efecto dominó particularmente amenazador para una isla que es también y sobre todo un centro financiero global.
"El temor es que los inversores hayan perdido la confianza en el Reino Unido como lugar para colocar sus activos", explicó Eva Sun-Wai, gestora de fondos de M&G Investment a la City: recordando que cuando los rendimientos suben y la divisa baja "es a menudo una primera señal de fuga de capitales".
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