Todo parece conspirar contra la estabilidad de los mercados, que se habían ilusionado con un ascenso imparable, alimentado por la promesa de la inteligencia artificial, mientras la economía, especialmente la estadounidense, se preparaba a dejar atrás la contracción monetaria mundial, cuyo fin estaba a la vista.
Hasta el viernes, cuando el balde de agua helada de los decepcionantes datos del mercado laboral estadounidense, puso en tela de juicio este escenario a los ojos de los inversores.
Después de un jueves y un viernes negro, las bolsas experimentaron otro día difícil, que solo una recuperación final evitó etiquetar como desastroso. Hasta el punto de que el mercado comenzó a pedir a la Reserva Federal una intervención de emergencia, llegando a fijar un precio de hasta el 60% para un recorte de los tasas de interés antes de septiembre.
Dramática la sesión en Asia, donde Tokio cayó un 12,4% y Seúl un 8,8%, con la subida del yen que derrumbó al Nikkei, creó turbulencias a nivel mundial y obligóa los inversores que se habían endeudado en yenes para financiar sus apuestas a cerrar rápida y furiosamente posiciones que se habían vuelto insostenibles.
En Europa y Estados Unidos, las cotizaciones limitaron las pérdidas en la tarde, después de que el índice ISM de los servicios estadounidenses subiera más de lo esperado en julio, alimentando las esperanzas de que la economía resistiera.
Milán perdió un 2,3%, Londres un 2%, Frankfurt un 1,8% y París un 1,4%, mientras que los índices de Wall Street siguen cayendo más del 2%.
La plaza italiana, que quemó otros 15 mil millones de euros, elevando el saldo de las tres últimas sesiones a 55 mil millones, entró en una fase de corrección.
Ante semejante turbulencia, el mercado comenzó a invocar medidas correctoras de la Reserva Federal, acusada de apretar demasiado la soga del cuello de la economía estadounidense.
Si las apuestas de un recorte de emergencia se disiparon, muchos piden fuertes recortes al costo del dinero: JP Morgan y Citi suponen dos recortes de 50 puntos básicos en septiembre y noviembre y uno de 25 en diciembre.
Estas perspectivas hundieron al dólar, cayendo a 1,1 sobre el euro y cayendo un 3% sobre el yen, y provocaron una normalización de la curva de rendimientos, "invertida" desde julio de 2022.
Evento este último considerado la antesala de una recesión inminente.
La FED "debe recortar las tasas de interés. Fueron tontos al no haberlo hecho todavía", escribió Elon Musk en su cuenta de la red social X.
Un corte de emergencia "podría ser señal de pánico", señaló el Nobel Paul Krugman, pero en presencia de pánico real "tal argumento pierde fuerza".
El representante de la FED, Austan Goolsbee, echó agua al fuego: las cifras de empleo por ahora son sólo "un número" y "todavía no indican una recesión".
Por supuesto, si uno de los objetivos de la Reserva Federal -entre ellos el pleno empleo y la estabilidad financiera- estuviera en peligro, "tendremos que reaccionar más enérgicamente", también porque con una economía en recesión "no tendría sentido mantener una política restrictiva".
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