Casi todos los fondos que se destinaron a países en dificultades del Belt and Road Initiative (BRI), incluidos Sri Lanka, Pakistán y Turquía.
Esos países, en su mayoría naciones de ingresos bajos y medios, también recibieron préstamos chinos para el desarrollo de infraestructura.
Esas son las conclusiones del informe de 40 páginas del instituto estadounidense AidData, realizado en colaboración con el Banco Mundial, Harvard Kennedy School e Kiel Institute for the World Economy, que muestra que los préstamos de emergencia subieron entre 2016 y 2021, cuando Pekín desembolsó el 80 % del total.
Entre 2019 y 2021, sin embargo, se otorgaron 104 mil millones en fondos a países en vías de desarrollo, de interés geopolítico o destacados por sus recursos naturales, incluidos Argentina, Venezuela, Turquía, Egipto, Bielorrusia, Ucrania, Mongolia, Pakistán y Sri Lanka.
Las naciones BRI, en particular, se vieron afectadas por la inflación y las tasas de interés, mientras que el impacto de la pandemia de Covid-19 causó aún más dificultades para el pago de las deudas.
Y los rescates ayudan a los países a extender sus préstamos y mantenerse solventes, según el informe.
China afirmó que más de 150 países se han sumado al BRI, un megaplan sobre infraestructura e interconexión anunciado por el presidente Xi Jinping hace diez años: la iniciativa, según explicaciones de Pekín, tiene como objetivo profundizar las relaciones comerciales entre Europa-Asia-África, especialmente en el mundo en vías de desarrollo. Un enfoque que, según los críticos del proyecto, ha causado la llamada "trampa de la deuda" con la oferta de préstamos enormes e insostenibles, envueltos en una opacidad total.
"China ha desarrollado un sistema de rescate de 'Belt and Road' que ayuda a los países beneficiarios a evitar el incumplimiento y continuar pagando sus deudas BRI, al menos a corto plazo", según la investigación.
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