El sueño del italiano Gianmarco Tamberi en los Juegos de París se convirtió en pesadilla porque, afectado por cálculos renales, terminó abdicando al trono que compartió en Tokio con Essa Mutaz Barshim, aunque al menos el qatarí pudo celebrar el bronce en una competencia que coronó como nuevo campeón olímpico en esta disciplina al neozelandés Hamish Kerr.
A diferencia de aquella definición en Tokio, esta vez Kerr y el estadounidense Shelby McEwen, que se colgó la medalla de plata, decidieron no compartir el oro y disputárselo en la pista y prevaleció el primero después de que ambos habían superado los 2,36 metros, altura que Barshim no logró superar para quedar tercero con una marca de 2,34 metros que le aseguró el podio.
Kerr y McEwen siguieron adelante en la lucha por el oro y fallaron tres saltos de 2,38 metros, por lo que el desempate obligó a bajar la vara a 2,36 metros, aunque esta vez ambos fracasaron y de regreso en 2,34 metros el estadounidense no logró superarlos y le allanó el camino al neozelandés, que sí lo hizo.
Imagen que contrastó con aquella de Tokio, que hoy tuvo su correlato cuando Barshim, en su última participación olímpica, se acercó a consolar a su amigo Tamberi luego que el italiano quedó eliminado al fallar su tercer intento por superar los 2,27 metros, que sí superó su compatriota Stefano Sottile, quien "arañó" el podio al finalizar cuarto con un salto de 2,34 metros.
"Da cierto fastidio terminar en el cuarto puesto con un salto similar al del tercero, pero creo haber hecho una gran prueba y por eso le agradezco a mis fisioterapeutas por ayudarme a recuperar de los problemas físicos que me aquejaron y especialmente a mi familia por su apoyo", destacó Sottile.
Más decepcionado aún lucía Tamberi mientras se despedía de París con lágrimas en los ojos y saludando al público que colmó el Stade de France al son del tema "I will survive", cerrando su participación en París y despidiéndose del sueño con el que llegó a estos Juegos que lo tuvieron como abanderado de la delegación "azzurra" en la ceremonia de apertura.
"Esta era mi última gran competencia y a ella le dediqué mi vida. No merecía este final", resumió el italiano devastado por lo sucedido, a pesar de lo cual alimentaba la ilusión de "poder pelear por una medalla porque trabajé mucho para estar aquí. Intento mantener la calma y no pensar demasiado, pero no logro aceptarlo", confesó.
Fue el epílogo de una jornada nefasta para "Gimbo", que comenzó en horas de la madrugada con dolores provocados por los cálculos renales que lo tuvieron a maltraer desde hace algunos días y se incrementaron justo antes de su participación en la final, obligándolo a una internación fugaz en un hospital al que llegó a bordo de una ambulancia.
Tamberi, que soñaba con asegurar la cuadragésima medalla con la que Italia igualaría la cosecha de Tokio 2021 (está garantizada de todos modos porque las damas jugarán la final del voleibol por el oro), cerró en el undécimo y penúltimo puesto después de apenas seis saltos que completó sólo por el fuego sagrado que mantuvo encendido más allá del dolor.
Una "maldición" que parecía haber superado en Tokio tras aquella participación en Río 2016 precedida por una lesión que sufrió en el tobillo cuando intentaba mejorar el récord italiano, y que hoy se extendió en París negándole la posibilidad de ser el primer atleta masculino en repetir el oro en esta disciplina olímpica.
Como consuelo le quedó el abrazo de sus amigos y de su esposa Chiara Bontempi, testigo del doloroso momento de Tamberi que no se separó ni un momento de él y compartió su dolor cuando debió ser internado a primera hora del día, como marca el juramento que se hicieron al contraer matrimonio y colorarse las sortijas de boda, famosas porque el atleta perdió la suya en la ceremonia inaugural.
Un recuerdo más que dejó su paso por París, ciudad a la que regresó desde Italia con retraso debido a los dolores provocados por esos cólicos renales que volvieron a aparecer hoy en escena en toda su plenitud y pusieron en duda su presencia en la final que disputó a pesar de todo, aunque sin poder brillar como todos y como él mismo esperaba hacerlo.
Las fuerzas físicas flaquearon por el dolor y por la estricta dieta que debió observar en los últimos días, negándose también a combatirlo con antibióticos para evitar sorpresas, pero el espíritu olímpico estuvo presente y tuvo su premio más que merecido con el aplauso que le tributó el público más allá de la derrota previsible en semejantes condiciones.(ANSA)
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