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"La última cena queer" divide las aguas

Espectáculo de la ceremonia inaugural de los Juegos desata polémica

PARIS, 27 julio 2024, 16:32

Redaccion ANSA

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Una de las escenas que generó polémica - TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Una de las escenas que generó polémica - TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

    Elogiado por algunos que lo calificaron como "fantástico y genial" y repudiado por otros que lo consideraron "vulgar y blasfemo", el espectáculo bautizado como "La última Cena Queer" que fue eje de la ceremonia inaugural de París 2024 generó una polémica sin antecedentes en una apertura de los Juegos Olímpicos.
    Un himno al amor que intentó ser inclusivo en su intención y romper con los estereotipos, pero que dividió las aguas más allá del Sena e involucró a funcionarios, jefes de Estado y obviamente a la Iglesia Católica, que puso el grito en el cielo sobre el cual hoy flota la original antorcha olímpica.
    "No pretendía ser subversivo, ni escandalizar a nadie", se defendió el ideólogo de la ceremonia, Thomas Jolly, al responder a las acusaciones que recibió por el solo hecho de reivindicar a la comunidad LGBTQ+.
    "En Francia tenemos el derecho a amarnos como y con quienes queremos hacerlo y también a ser creyentes o no y la puesta en escena apuntaba a poner de manifiesto las ideas republicanas y laicas de benevolencia y de inclusión", afirmó.
    Entre los detractores se destacó el diario británico "The Guardian", que la calificó como "un espectáculo realmente vulgar a orillas del río".
    En la prensa internacional también se dividieron las aguas. El diario deportivo español "Marca" la consideró como "la ceremonia de apertura más bella de la historia", apuntando a la presencia del legendario tenista Rafael Nadal entre los portadores de la antorcha que encendió un pebetero "flotante" nunca antes visto.
    "The Independent" consideró que París "abrazó la idea loca de ofrecerle al mundo una ceremonia a cielo abierto", en tanto que el "New York Times" aludió a "Un derroche de estilo francés que combinó historia y audacia artística" que "no lograron detener el diluvio, ni los sabotajes (al transporte ferroviario que amenazaron con opacar la fiesta horas antes de la ceremonia, Ndr)".
    "Francia celebró con un show revolucionario", consideró el alemán "Frankfurter Allgemeine", mientras que el japonés "Asahi Shimbun" apeló a un menos osado titular: "Una ceremonia que rompe las reglas".
    Más enérgico el juicio de la Conferencia Episcopal de Francia ante lo que consideró como "una burla y un escarnio al cristianismo", pese a destacar que la ceremonia de apertura tuvo "momentos maravillosos de belleza y emoción".
    "Si buscaban sorprendernos con su proverbial grandeza, los organizadores, directores, coreógrafos, enanos y bailarines de la ceremonia inaugural lo consiguieron", consideró el diario del obispado católico italiano "Avvenire".
    "Como en un plato de nueva cocina, los chefs pusieron todo en la olla: pop, rock, ópera y luego sacudieron los ingredientes", agrega.
    "Hicieron todo lo posible con maquillaje y pelucas para rediseñar una humanidad que ahora parece tener sentido sólo si transgrede".
    "No nos tomen por siniestros fanáticos moralistas, pero ¿Cuál es el punto de tener que experimentar cada evento planetario, incluso deportivo, como si se tratara del día del Orgullo Gay?", se pregunta.
    "¿Por qué se busca confundir a toda costa la Villa Olímpica con la nueva residencia de los viejos y queridos Village People ¿Por qué esta necesidad obsesiva de hacer flamear la bandera de la diversidad?", agrega.
    "¿Por qué ridiculizar -se pregunta también- La Última Cena (el pobre Leonardo Da Vinci que había muerto en el castillo de Clos Lucé en el año no olímpico de 1519) con un apostolado de drag queens que, en comparación, hacen pasar a las bailarinas del Moulin Rouge por colegialas?".
    La puesta en escena, agrega, representó "una ofensa gratuita y de mal gusto no sólo para el arte, sino para la sensibilidad religiosa de muchos, que contrasta con el alardeado deseo de proteger cualquier credo, preferencia y orientación".
    "Creemos que todos los cristianos de todos los continentes se sintieron heridos por los excesos y las provocaciones de algunas escenas y esperamos que comprendan que una fiesta olímpica está más allá de los prejuicios ideológicos de algunos artistas", consideró el Episcopado francés.
    De paso, agradecieron "a los miembros de otras creencias religiosas que expresaron su solidaridad para con nosotros" y recordaron que "el deporte es una actividad humana maravillosa que apunta a alegrar los corazones de atletas y espectadores.
    Demos paso ahora a las competencias, que traen verdad y consuelo para todos", agregaron.
    "Abrir un Juego Olímpico insultando a millones de cristianos en todo el mundo es un muy mal comienzo queridos franceses", destacó el líder de la Liga (ex Liga Norte) y vicepresidente italiano, Matteo Salvini, en un mensaje en las redes que ilustra con un "collage" entre la pintura de Leonardo (La Ultima Cena) y las imágenes del show.
    La diputada Maddalena Morgante, diputada de "Hermanos de Italia" (el partido de la presidenta del gobierno italiano, Giorgia Meloni), consideró que el espectáculo fue "blasfemo, inútil y provocativo" y una ofensa a la fe cristiana con una parodia "irrespetuosa" de La Ultima Cena en clave LGBTQ+.
    "¿Ese es el modelo de inclusión y tolerancia que pregonan? No, gracias, para mí", agrega la parlamentaria, cuyo rechazo coincidió con el del primer ministro húngaro, Viktor Orban, quien aprovechó para destacar una muestra de "la debilidad y la desintegración de Occidente" y consideró a la comunidad LGBTQ+ como "emblema del vacío moral".
    Ursula von der Leyden, presidenta de la Comisión Europea, dijo, en cambio, que "al igual que nuestra Unión Europea, los Juegos muestran la fuerza de la diversidad y del espíritu de equipo" y destacó que durante la ceremonia se celebró "la cooperación mundial, la solidaridad y la equidad".
    Más allá de la polémica y de una extensión de más de cuatro horas que algunos consideraron excesiva, la fiesta de apertura de los Juegos congregó a una audiencia cercana de mil millones de telespectadores, según se estima.
    Por su parte, el Comité Olímpico Internacional (COI) informó: "No estamos en condiciones de asegurar si algunas escenas fueron censuradas en determinados países".
    En lo que nadie parece tener dudas es en la consagratoria participación de la artista canadiense Celion Dion, capaz de ponerse en la piel de la recordada Edith Piaf y entonar su "Himno al amor" al pie de una Torre Eiffel que pareció llorar también bajo la lluvia, mientras la llama olímpica flotaba en el cielo dándole un tinte surrealista al inicio de los Juegos.
   
   

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