Pero desde hace 24 años, el Festivalfilosofia de Módena, Carpi y Sassuolo, que comenzó hoy y finalizará el domingo, demuestra lo contrario: que la filosofía es útil, ayuda a estar bien con uno mismo y con los demás, aprendiendo a razonar, a hacerse preguntas y a comprender.
Las miles de personas que asisten a las lecciones magistrales (53 en esta edición), incluso las más complejas, lo confirman. La Organización Mundial de la Salud, recuerda Elisabetta Lalumera, profesora de Filosofía y teoría del lenguaje en la Universidad de Bolonia, afirma que estar sano es un conjunto de bienestar psicológico, espiritual y social, es decir, de la psique (tema de este festival) y no solo la ausencia de enfermedades.
Partiendo de este objetivo, a menudo difícil de alcanzar, dice, entre los numerosos incidentes físicos o sufrimientos por amor o apariencia, es necesario, además de prevenir las enfermedades, trabajar en nosotros mismos con confianza y esperanza, ya que solo con ellas puede haber un futuro mejor.
Y el punto de partida es siempre el socrático "conócete a ti mismo", como recuerda Luigina Mortari, profesora de pedagogía social en la Universidad de Verona. La filosofía es fundamental, "la capacidad de pensar de manera articulada, porque pensar no es solo calcular, como dicen algunos, ni sentir emociones, como creen otros, sino una combinación de factores", explica Maurizio Ferraris, profesor de Filosofía teórica en la Universidad de Turín.
Existe la sensibilidad, la capacidad de sentir nuestra parte más íntima y, al mismo tiempo, comprender a los demás, lo que determina nuestro ser en el mundo, que es conciencia, memoria, placer y dolor, y también el fijarse metas, objetivos para que la vida, de principio a fin, tenga un rumbo y un sentido. Para esto, es útil la razón, la racionalidad que analiza las motivaciones, y es el coronamiento de la voluntad, de la decisión de haber tomado una dirección.
En la complementariedad entre la razón y la voluntad se encuentra la fuerza para reaccionar y seguir adelante, incluso cuando parece que todas las rutas están cerradas, mientras que la segunda nos dice que algún día toda esa negatividad será resuelta y olvidada. Para Stefano Micali, profesor de Fenomenología y Antropología filosófica en la Universidad de Lovaina, es útil llevar un diario, contar lo que nos pasa en momentos críticos para luego releerlo y ser testigos de nosotros mismos, observarnos como si estuviéramos frente a un espejo, con cierta distancia, para tomar conciencia de que la angustia es un miedo no concreto, no relacionado con un peligro real, sino que se refiere a la nada, con la imaginación como su principal elemento.
No obstante, este estado provoca manifestaciones físicas (palpitaciones, falta de aliento, etc.) que alimentan aún más la angustia, creando un ciclo cerrado. Es importante recordar los términos básicos de la tarea terapéutica, como subraya la psicoanalista Simona Argentieri: "hacer conscientes los impulsos inconscientes; desenmascarar las resistencias; aclarar que no es posible vivir según el principio de placer/desplacer, sino que es necesario tener en cuenta el principio de realidad para vivir mejor". "En este mundo, explica Vito Mancuso, docente en el máster de Meditación y neurociencias de la Universidad de Udine, donde todo se mueve por necesidad y se actúa por instinto o cálculo, el ser humano es capaz de poner en marcha un fenómeno inesperado, inconcebible, pero real, que muestra a la razón la existencia de otra dimensión basada en el deseo de bien y armonía, capaz de mirar al futuro con esperanza". "Así pues, eso es lo que significa pensar", concluye Ferraris, "sentir, aspirar, desear, razonar, fijarse metas y, sobre todo, desesperarse y luego tener esperanza, que es la fuerza de los seres humanos".
A este respecto, Mancuso cita al filósofo Ernst Bloch, quien afirmaba que "la esperanza es superior al miedo: no es pasiva como este sentimiento, ni está bloqueada en la nada. El efecto de la esperanza se expande, ensancha a los seres humanos en lugar de restringirlos".
Esto también se relaciona con las grandes preguntas de la existencia (¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué nos espera?) que pueden hacernos vacilar, generando una angustia que solo se combate con el trabajo de la esperanza, "que no es renunciar, sino deseo y voluntad de saber y lograr".
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