Concebida y curada por Maria Cristina Bandera, promovida por el Ayuntamiento de Milán, producida por Palazzo Reale, Civita Mostre e Musei y 24 Ore Cultura - Gruppo 24 Ore, en colaboración con el Sector de Museos Cívicos de Bolonia | Museo Morandi, la exposición "hará historia", según el concejal de cultura Tommaso Sacchi.
Sacchi quiso encuadrarla en la nueva dirección del Palacio Real, que alterna arte contemporáneo y grandes artistas del siglo XX, atrayendo a un nuevo público de jóvenes personas y familias, como lo demuestra el éxito de la exposición dedicada a Leandro Erlich, que cierra esta noche "con un verdadero récord de visitantes".
Por lo tanto, al montar esta maxi exposición dedicada al maestro boloñés, diseñada también para celebrar su relación electiva con la ciudad de Milán, donde vivieron sus primeros grandes coleccionistas como Vitali, Feroldi, Scheiwiller, Jucker, Boschi Di Stefano, fue un privilegio - como explica el director del Palacio Real Domenico Piraina - una visión "a favor de las generaciones más jóvenes".
Esta relectura de la carrera de Morandi a través de una especie de best-off de sus obras "tiene también como objetivo disipar algunas leyendas como la de que Morandi estaba aislado: es cierto que llevaba una vida retirada - afirma Piraina - pero tenía estrechas relaciones con el coleccionismo y sabía bien lo que estaba pasando en el mundo del arte". Otro gran mito-tema a disipar, según Piraina, es que el arte y la obra de Morandi son repetitivos. Una convicción también maduró a partir de la predilección del artista por ciertos temas como las naturalezas muertas y los paisajes, pero que para el director del Palazzo Reale no tienen razón de ser, como lo demuestra la propia exposición, donde es posible realizar las "evoluciones de su pintura de 1913 a 1950 a nivel plástico, compositivo y cromático".
"Morandi es todo menos monótono y repetitivo", asegura Piraina, pensando en las 120 pinturas expuestas gracias a préstamos de instituciones públicas y colecciones privadas, empezando por las del Museo Morandi de Bolonia y las diversas colecciones milanesas a las que se suman instituciones como el Mart de Rovereto, el GAM de Turín, el Palacio Pitti, pero también los Museos Vaticanos, el Museo Jenisch de Vevey y las colecciones públicas de Winterthur y Siegen.
Para documentar mejor la evolución estilística de Morandi, desde su primer contacto con las vanguardias hasta la metafísica, el itinerario de la exposición sigue un criterio cronológico con combinaciones específicas que subrayan sus temas favoritos - naturaleza muerta, paisaje, flores y, raramente, figuras - y las técnicas ( pintura, aguafuerte y acuarela).
A mitad de camino, una videoinstalación, creada en colaboración con el Museo Morandi, presenta el dormitorio-estudio de Via Fondazza en Bolonia, hoy museo, donde Morandi vivió y trabajó hasta sus últimos días, en 1963.
Son los años de una pintura enrarecida llevada al extremo de la verosimilitud formal, síntesis de una exploración de la realidad durante cincuenta años según el célebre postulado de Morandi: "Creo que no hay nada más surrealista, nada más abstracto que la realidad".
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