Pero también esta vez a provocar los incendios fue el ser humano, como sucede en la casi totalidad de los casos, excepto raras excepciones debidas a rayos. Michele Salis, del Instituto para la BioEconomía del Consejo Nacional de Investigaciones, en Sassari, reconstruyó el cuadro.
"La situación en la zona de Los Angeles nace de la combinación de una serie de elementos, el principal de ellos son los vientos fuertes y calientes", verdadero motor de los incendios. "Otro elemento clave -prosigue el experto- es la sequía, que comporta la deshidratación de la vegetación y permite el fuego propagarse fácilmente".
No obstante, el verdadero director es el cambio climático.
"Tantos estudios alertaron sobre el hecho de que el calentamiento del planeta y la baja de las precipitaciones tienen importantes repercusiones en términos de riesgo de incendios", tanto en su duración como en la frecuencia.
El fenómeno no concierne únicamente a California, sino a todo el hemisferio septentrional porque, dice Salis, "se prevé el desplazamiento hacia el Norte de las áreas que podrían sufrir incendios significativos", como los siniestros que en 2017 devastaron Portugal y en los años siguientes otras regiones europeas.
Otro elemento siempre más común en Europa y Estados Unidos es el hecho que, como sucede desde hace tiempo en California, se construyen las casas lejos de las ciudades, cerca de selvas o de áreas en riesgo de incendios. A menudo las casas son construidas con materiales inflamables como la madera.
La palabra clave es "prevención", observa Salis. "Sobre todo en condiciones difíciles como aquellas que se están verificando en California, con vientos muy fuertes, no siempre es posible intervenir con medios de supresión de incendios".
Por esto es importante "dar prioridad a la prevención", por ejemplo, con "la manutención de los bosques y de las áreas rurales, que está sufriendo un fenómeno de abandono importante".y "hacer inversiones para lograr un territorio más resiliente", en las selvas continentales como la vegetación mediterránea. Es necesario "monitorear y definir las zonas más en riesgo para individualizar las prioridades de prevención", opina Salis, y preparar a las poblaciones que viven cerca de las áreas en riesgo para que adopten contramedidas para poner en seguridad a los edificios.
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