El descubrimiento surge del estudio encabezado por la Universidad estadounidense de Stanford y publicado en la revista Nature, en el que participaron más de 5.600 personas.
En lugar de simplemente estimar la edad biológica de un individuo en su conjunto, los investigadores fueron un paso más allá y proporcionaron una edad para cada uno de los 11 órganos y tejidos principales, desde el corazón hasta el sistema inmunológico, desde el cerebro hasta el tejido muscular.
"En Italia todavía nos cuesta pensar en términos de prevención, pero es algo que necesitamos absolutamente: la esperanza de vida aumenta cada vez más, pero debemos intentar aumentar la esperanza de vida con buena salud", aseguró a ANSA María Luisa Malosio, investigadora en el Instituto de Neurociencia del Consejo Nacional de Investigaciones.
"Este trabajo va precisamente en esa dirección. Por ejemplo -continuó- sería interesante analizar desde este aspecto las poblaciones de centenarios que tenemos en nuestro país, para comprender las diferencias con respecto a otras poblaciones".
Utilizando tecnologías disponibles comercialmente y un algoritmo especialmente diseñado, los autores del estudio, que incluyen a Hamilton Oh y Jarod Rutledge, evaluaron los niveles de miles de proteínas en la sangre de los participantes.
Así, encontraron alrededor de 850 que estaban asociados de forma fiable con el estado de salud de los distintos órganos y detectables mediante un análisis de sangre.
Para cada uno de los 11 órganos se estimó la diferencia entre la edad real y la indicada por estos marcadores biológicos: con la única excepción del intestino, cuanto mayor es la diferencia, mayor es el riesgo futuro de muerte, con un porcentaje que oscila entre 15% y 50% dependiendo del órgano involucrado.
Por ejemplo, un corazón "envejecido" conlleva una mayor probabilidad de desarrollar fibrilación auricular y ataque cardíaco, mientras que el envejecimiento acelerado de los riñones lo pone en riesgo de hipertensión y diabetes.
El Alzheimer, sin embargo, está asociado no solo a la edad del cerebro, sino también a la del sistema vascular.
"Se trata de un aspecto interesante -comenta el investigador del IN-CNR- que sugiere que se trata de una patología multifactorial cuyo origen no reside sólo en el cerebro".
Poder obtener esta información con un simple análisis de sangre es muy innovador, como subrayó Malosio que, sin embargo, también se detiene a reflexionar sobre el aspecto económico: "Aunque los costos de estos procedimientos son cada vez más bajos, siguen siendo bastante elevados -afirmó la investigadora- por lo tanto, también debemos preguntarnos quién tendrá acceso a estos análisis".
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