(ANSA) - Fiorano, 24 de junio - Un hijo de Brasil, Felipe Massa, actualmente tiene un ojo puesto en los estadios de fútbol de su país y otro en sus protestas callejeras.

La temporada de la Fórmula Uno está en pleno desarrollo en estos momentos y muy pronto se disputarán una serie de competencias claves para el resultado final del campeonato. Sin embargo, un pedazo de su corazón sigue estando en su patria.

Y ello se debe no sólo a que la selección nacional de fútbol de Brasil, la Selecao, se enfrentará mañana contra la selección de su país adoptivo, Italia, sino también a las protestas callejeras que se están produciendo en San Pablo, Río y otras ciudades, en demanda de una mayor justicia social.

Massa es un gran aficionado al fútbol y sabe que este deporte constituye un tema muy serio en su país.

Sin embargo, lo que es más serio todavía es su deseo de crecer y de convertirse en un país aun más grande, y también más justo.

En una entrevista con ANSA, Felipe no duda en ponerse del lado de la 'revolución del vinagre'.

"Apoyo estas protestas porque muchas cosas tienen que mejorar, para la población brasileña, para su gente," afirma.

"Estoy completamente a favor de las mismas. Esperemos que sea el comienzo de algo que permita lograr que, tanto los políticos como el pueblo de Brasil, se pongan a trabajar para conseguir lo que se necesita.

"Brasil es un país enorme que ha crecido muchísimo, pero en numerosos sentidos debe crecer mucho más todavía," agrega, al mismo tiempo que subraya lo siguiente: "lógicamente, estoy en contra de todo tipo de violencia". Pero como todo brasileño que se precie de tal, Massa también siente la fiebre del fútbol, mucho más teniendo en cuenta que la próxima Copa del Mundo se disputará en Brasil el año próximo, un torneo que la nación anfitriona 'debe' ganar.

Como parte del camino que conduce hacia la Copa del Mundo, mañana habrá una contienda un poco especial para él.

Su país de origen se enfrentará contra su segunda patria: el país que lo adoptó, el mismo desde donde, hace ya muchos años, partieran sus abuelos en busca de su destino.

"Cuando no juega Brasil, soy italiano y soy hincha de Italia," dice Massa.

"Pero cuando es la Selecao la que está en el campo de juego, mis colores son el verde y el amarillo, de eso no tengo dudas. Es por eso que mañana alentaré a Brasil".

Cuando Felipe tenía 13 años, los niños de su edad en Italia derramaron lágrimas porque Roberto Baggio falló un penal.

En cambio, para él y para su país, la Copa del Mundo obtenida en los Estados Unidos fue un triunfo que habían estado aguardando durante 24 años.

Es un triunfo que les gustaría repetir el año próximo jugando como locales.

Actualmente, son muchas las actividades que mantienen a Massa muy ocupado en Maranello como, por ejemplo, reuniones técnicas, entrenamiento en el gimnasio y trabajo en el simulador.

Él es muy querido y apreciado por todos y siempre tiene una sonrisa y el tiempo necesario para hablar con todo el mundo: desde los directivos de Ferrari hasta los guardias de seguridad.

No obstante ello, espera que los italianos se sientan un poco tristes mañana a la noche.

"Tenemos a Neymar, éste es su momento, aunque también hay muchos otros jugadores que pueden desempeñarse muy bien," afirma.

"El nuestro es un equipo joven en formación. La Copa Confederaciones será un buen ensayo para la Copa del Mundo, que nosotros queremos ganar, sobre todo porque seremos locales".

Sin embargo, le gusta el equipo italiano que dirige Cesare Prandelli y, si pudiera pedirle prestado algún jugador para que juegue en el equipo brasileño, la decisión no le resultaría difícil.

"Yo elegiría a (Andrea) Pirlo," dice. "Tenemos buenos delanteros y una buena defensa. Pirlo sería útil, es muy bueno.

"(Mario) Balotelli es muy talentoso también, pero estoy muy conforme con los delanteros que tenemos".

Y a pesar de que está muy lejos, mañana a la noche su corazón estará en Brasil.

Su corazón estará allí para contribuir a desarrollar el sueño colectivo de toda una nación - que es el de tener un país más grande, más saludable y más justo. Y, tal vez, al mismo tiempo, un país campeón del mundo.